La sonera venezolana fue una de las voces fundamentales del país. Una fuerza en la tarima, entre elegancia y mística por su profesión. Deja una obra digna para el constante repaso
Por Mercedes Sanz
A estas alturas es poco lo que se puede decir de Canelita Medina, quien falleció el pasado 4 de julio. Sus inicios profesionales, datos biográficos y su discografía están más que documentados. Al momento de circular la lamentable noticia, abundaron las notas de prensa, comentarios de quienes la conocieron y emotivas palabras para despedir a la Dama del Son y la Sonera de Venezuela y el Caribe.
A Canelita Medina se le admiran muchas cosas, empezando por su enorme sencillez. Recuerdo haberla conocido en los pasillos de la vieja YVKE Mundial, hace muchos años. Fue acompañada del productor e investigador Alejandro Jackson. Hablaba pausado y era muy espontánea. Me senté con ella y lo primero que me dijo, sonriendo, fue: “Mira, no me preguntes nada de fechas porque de eso sí que no me acuerdo”. Ya ella sabía de la insistencia de los periodistas en preguntar por los años exactos de los conciertos, discos y todo cuanto hacen los artistas.

Y sobre sus primeros pasos, mencionó su debut en Ondas Populares, en el programa de aficionados Buscando estrellas: “Bueno, la primera vez perdí, ¡sí! Me pitaron y todo. Esa vez también fueron Estelita del llano y Luisín Landáez, y ganó Luisín. Después, volví y sí gané”.
Esa figura menuda, de ojos pequeños y de voz suave y tranquila, contrastaba con la imagen imponente que se veía en vivo. Cuando se subía a la tarima, lo primero que se destacaba era su elegancia y, luego, cuando arrancaba a cantar, aquello era un torrente indetenible que brotaba de su Caribe interior. La artista se entregaba hasta la última interpretación.
Los logros de Canelita Medina se remontan a los años 50 al debutar con la Sonora Caracas. Por otra parte, durante esa misma década pudo alcanzar su sueño de conocer y cantar al lado de la sonera que más admiraba: Celia Cruz, en el Teatro Libertador de Maiquetía. Era un mano a mano entre la mencionada agrupación capitalina y la Sonora Matancera.
Después, continuaron sus pasos por más orquestas reconocidas como voz principal o corista: Los Megatones de Lucho, Los Caribes de Víctor Piñero, Pedro J. Belisario, Las Estrellas Latinas, Ray Pérez, Federico y su Combo, el Sonero Clásico del Caribe, Naty y su Orquesta, el Trabuco Venezolano de Alberto Naranjo, entre otro grupos. No alcanzan las páginas para nombrar todas las hazañas de Canelita.
Se trata de la sonera con más trayectoria en la música caribeña en el país y que se mantuvo activa hasta la actual década: en 2018 celebró 65 años de carrera en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, acompañada por la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, dirigida por Elisa Vargas. En 2019 grabó el sencillo “Amigas” con su hija Trina Medina y la intérprete puertorriqueña Choco Orta; y en 2022 le rindieron un tributo en el Museo de Arte Afroamericano de San Bernardino.
Profesionalismo y dignidad
A Canelita Medina nunca se le vio en escándalos ni tampoco expuesta al mundo de la farándula. Como la han descrito quienes compartieron con ella de cerca, era reservada y sabía hasta dónde hablar en una entrevista. “Canela, como le decían sus allegados, fue una mujer admirable que se impuso en el medio musical de su época, el cual siempre ha presentado grandes dificultades a todo aquel o aquella que se atreviera a incursionar o a mantenerse”, dice Juan Carlos Báez, investigador, autor del libro El vínculo es la salsa, y quien la conoció.
La sonera de Venezuela siempre fue fiel a sus gustos musicales y no a las modas ni a las imposiciones. Cantó lo que más le apasionaba: música tradicional cubana y salsa, en especial, son, guajira, bolero y guaracha. “Lo importante de la carrera de Canelita es haber mantenido su dignidad como mujer. Y en el aspecto musical, el hecho de labrarse un nombre en el género del son. Fue una verdadera sonera”, acota Báez.
No es fácil estar firme en las convicciones y los gustos particulares en el campo del arte y entretenimiento, ni mucho menos en ese contexto que le tocó vivir a Canelita: machismo, imposiciones de la industria e injusticias. O te adaptas o te apartas. Pero la cantante ni se adaptó ni se apartó, más bien luchó para continuar su camino labrado por sí misma. Por eso también tuvo épocas en que se mantenía de bajo perfil.
El percusionista Franklin Rojas fue uno de los artistas que trabajó con la cantante, y señala lo siguiente: “Canelita nos decía lo que era el compañerismo, la nobleza, el no creerse por encima de nadie. Ella pregonaba eso. A ella no le gustaban los músicos fanfarrones ni que estuvieran en una situación que rayara en malas costumbres. Era una mujer de mucho respeto. Y los que trabajamos con ella sabemos que era correcta y exigente. Ella te daba libertad, pero no permitía los relajos en el grupo. Su marca era el profesionalismo. Ese respeto era el mismo que ella se daba y a su arte”.
La sonera no era de figurar y, en ese sentido, era coherente entre lo que expresaba y hacía. Era una artista fuera de serie y atípica. Otro elemento que la caracterizaba era la disciplina en cuanto a horarios, agendas, ensayos, lo que era su rutina de actividades.
“Yo que estuve tocando tantos años con ella, veía lo que hacía en ese aspecto sin perder su condición de humildad, que siempre exhibió, porque no era para nada una diva. Ahora, yo considero que era la auténtica sonera de Venezuela”, agrega Rojas.
Hay una anécdota que la intérprete solía contar en entrevistas y a los músicos. Rojas la recordó de esta manera: “Canelita nos dice que cuando estaba con la Sonora Caracas, a ellos les dio porque ella cantara los temas de Celia Cruz en vivo. En una oportunidad, vino la Sonora Matancera con Celia y el empresario decide que sea la Sonora Caracas la que acompañe. Y Canelita, al parecer, se puso muy nerviosa porque ella decía: ¡Bueno!, ¿y ahora qué voy a cantar?, porque yo lo que canto son los temas de Celia. Parece que Celia se percató de la situación y le dijo: ven acá mi amor, ¿por qué te veo tan preocupada? No, es que yo tengo muy pocas canciones, yo lo que canto en vivo son los temas que usted canta. Entonces, Canelita se quedó loca cuando Celia le dijo: no tienes por qué preocuparte. Vamos a hacer una cosa, me dices cuáles son los temas míos que tú cantas, y yo me adapto a lo que tú vas a cantar. Imagínate la grandeza de una estrella que ya estaba consolidada frente a otra estrella que estaba en ascenso. Y ella refería ese ejemplo de lo que era la templanza, no ser arrogante, cómo había que trabajar y el respeto”.
El músico, compositor, arreglista y director Andy Durán, que también laboró junto a la artista, manifiesta: “No sólo fue una estrella del canto impecable, sino que también tenía un elevado sentido de la ética profesional”.
Fiel a su tradición
En cuanto a los géneros musicales, la Dama del Son cultivó ritmos tradicionales de Cuba de la misma manera como lo hizo el Sonero Clásico del Caribe, conjunto con el que trabajó. Canelita vivió la etapa de la presalsa (años 50 y 60) y, después, el apogeo de la salsa en sí (los 70). Fue la figura femenina que estuvo más tiempo en el ambiente latino y, por ende, se convirtió en una escuela para las generaciones que le siguieron, incluyendo a su propia hija.
“Canelita tiene un puesto excepcional dentro de la música bailable tropical del siglo XX y XXI en nuestro país”, afirma el musicólogo Federico Pacanins, quien trabajó con ella en la producción de eventos y en el disco homenaje a Celia Cruz (con el director Andy Durán), bajo el sello del propio investigador: Obeso & Pacanins.
A la artista la comparaban mucho Celia Cruz, pero Báez refiere otras influencias como Celeste Mendoza, la Reina del Guaguancó. “Canela también pudo alternar con Caridad Cuervo si revisamos la hemerografía acerca del carnaval de 1961”, acota el escritor.
“Canelita Medina es incomparable. Ella marcó un antes y un después, y desde sus inicios se dedicó al son”, expresa el músico y director general del Sonero Clásico del Caribe, Pablo Landaeta.
“El legado más importante de Canelita fue la impronta que dejó en la interpretación del son. A pesar de que no era cubana sino venezolana, fue una de las voces más destacadas en el Caribe”, expone Rojas.
Rogelia Medina Romero deja sus enseñanzas en varias aristas de lo musical y lo profesional: sus lecciones de ética y solidaridad, el rol de la mujer en la música en Venezuela, la constancia, el orden, cómo manejarse en el medio artístico y luchar por los sueños. Sus aportes fueron más allá del canto. Landaeta considera que “tendría que nacer otra Canelita Medina. Es única”.
