One Piece

One Piece: Netflix por fin lo logró

La adaptación del anime a la acción real es un acierto entre tantos intentos de reinterpretar historias consideradas sagradas

Por Yenderson Parra

Cada vez que una enorme productora Hollywood anuncia que adaptará un anime al live action es común que el fandom de la animación japonesa tire un grito al cielo, y sí, fue exactamente lo ocurrido cuando Netflix confirmó que una serie sobre One Piece se estaba realizando para su plataforma. Sin embargo, y luego de varios adelantos cautivadores, una poderosa campaña de marketing y al mismísimo autor del manga transmitiendo confianza con emotivas declaraciones, la serie de One Piece se estrenó y por fin podemos decir que esta vez sí se logró.

One Piece es un manga y un anime creado por Eichiro Oda que en ambos medios ya cuenta con más de mil episodios y que durante todo su historia ha contado con una fanaticada enorme, siendo considerado uno de los mangas más importantes y exitosos que existen. Por esta razón el crear una serie live action de esta franquicia era sin dudas un gran desafío no solo a nivel monetario y de producción, también porque se enfrentaba a la aprobación de exigentes seguidores.

Pero, ¿de qué se trata esta historia y por qué causa tanto interés? One Piece sigue las aventuras de un grupo de piratas liderado por su capitán Monkey D. Luffy, un chico de goma (algo así como el Sr. Fantástico) que persigue su sueño de convertirse en el “Rey de los Piratas”, que para lograrlo tendrá que encontrar el tesoro que le da nombre al manga, el One Piece. Sí, cuando lo digo así no suena tan interesante; no obstante, esta historia ha cautivado en gran medida por lo bien escrita que está, un reparto de personajes con un carisma y profundidad de locos, y unos mundos fantásticos que desbordan el creativo sello personal que solo Oda maneja.

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Y con tantas adaptaciones de Marvel y DC, de libros de fantasía como GOT y LOR y también historias de ciencia ficción como la saga de Star Wars, un anime de piratas con poderes debería ser pan comido para la maquinaria hollywodense, pero los antecedentes demuestran lo contrario. Desde la odiada Dragon Ball Evolution, pasando por una olvidable película de Ghost in the Shell, y más directamente Death Note y Cowboy Bebop (estos últimos terribles fracasos adaptados por Netflix), los live actions de anime en manos de occidente han sido de todo, menos buenos productos. Entonces al querer recrear una obra tan aplaudida y desafiante como One Piece, justamente por una de las casas que mayores enojos ha hecho pasar a los espectadores por sus malos resultados con este tipo de proyectos, era positivo de desastre.

Pero tras el estreno de los ocho episodios de la serie, las cascadas de hate no se hicieron presentes. De hecho, estamos ante una de las adaptaciones de anime o manga con mejor recibimiento y mayor calidad que se haya visto hasta la fecha. Podemos decir que Netflix encontró la “formula” casi perfecta para pasar la animación japonesa a la imagen real. Porque sí, One Piece live action sigue sintiéndose como un anime, y es quizás ese sea su mayor atributo.

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Empezando por un cast de primera liderado por el mexicano Iñaki Godoy como Luffy, Mackenyu como Zoro, Emily Rudd como Nami, Jacob Gibson como Usopp y Taz Skylar como Sanji, que desde el primer teaser dejaban en claro que eran el reparto ideal para recrear a los mugiwara. Pero si la apariencia no es lo único, adelanto que sus interpretaciones reflejan de muy buena manera el espíritu y carisma cada uno de los “sombrero de paja”. Como dato curioso: Iñaki dio su voz para el doblaje en español latino y Taz (que es originario de Las Islas Canarias) hizo lo propio tanto en latino como en español de Europa.

Continuando con los aciertos, el CGI, la ambientación y el vestuario fueron muy bien implementados, creando un nivel de fidelidad con el material original poco antes visto en producciones de este tipo, (¡vamos!, que hasta habían caracoles transmisores). Cabe acotar que si bien el CGI no era perfecto y en ocasiones puede ser debatible, lograba el objetivo y, junto a la fotografía, generó un resultado convincente. La música, fue otra gran característica del live action, que mantuvo la esencia del soundtrack del anime, con sus debidas referencias. Destacó el tema principal para el arco de Nami: “My Sails Are Set”, de la cantante noruega AURORA.

Más allá de de los importantes apartados técnicos, la serie de Netflix triunfa por la fidelidad  al manga de Oda. Justamente la mayoría de las adaptaciones de este medio se caen por la falta de parentesco tanto en lo estético como argumental con respecto al material de origen. Sin embargo, One Piece logró sintetizar más de 60 episodios del anime en tan solo 8 partes de una manera tan magistral que cualquier diferencia era comprensible y no destruía o desviaba el rumbo de la historia. Un viaje nuevo, pero con el mismo rumbo.

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El guion sabe traducir a imagen real el contenido que ya muchos conocíamos, no tiene miedo de plantear situaciones extravagantes o ridículas para intentar parecer “actual” o “realista”, tampoco entorpece la historia queriendo occidentalizar el producto. Asimismo, la dirección entendió el material que manejaba y pudo trabajar bajo los parámetros tan particulares que plantean esta obra. Sí, la serie puede recordar a la saga de Piratas del Caribe, por obvias razones, pero se toma tan a pecho priorizar ante todo el llamativo espíritu del manga que nos deja ante una producción única y con personalidad propia.

Algo muy significativo fue que el mismo Eichiro Oda estuvo detrás de las decisiones y el rumbo de la serie. El mangaka llegó a declarar que no se estrenaría hasta que estuviera convencido de la calidad final del show y también fue él que eligió al reparto de protagonistas. Trabajar de la mano con el autor y tener resultados sobresalientes ya es algo que Netflix había experimentado cuando adaptó The Sandman de la mano de su escritor, Neil Gaiman. 

Y para ser justos anteriormente este respeto al manga original ya se había reflejado efectivamente en producciones como Alita: Battle Angel, Rurouni Kenshin y Alice in Borderland, que son ampliamente respetadas. Sin embargo, por el alcance y magnitud que representaba una historia como One Piece, esta serie consiguió llegar a otro nivel.El éxito de este live action (que se mantuvo en el primer lugar de Netflix en varios países) marcó un antes y un después en la industria del cine comercial. Con una especie de caída por el interés y la calidad del cine de superhéroes, los videojuegos y el anime se ven como potenciales sucesores del trono. En el caso del gaming, con el éxito de series como Arcane y The Last of Us, además, del macro acierto económico que significó Super Mario Bros. La película, ya podemos deducir que se trata de una temática que se seguirá explotando el futuro cercano. La duda recaía más en el anime por ss resultados inconsistentes, pero tras ver la calidad de One Piece solo queda imaginar el universo de historias nacidas del país del sol naciente que podríamos llegar a ver en cine y televisión, ahora en carne y hueso.

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