Por Paola F. Bishop
Spoiler Alert: el presente artículo contiene referencias de giros argumentales definitorios de Mulholland Drive (2001) de David Lynch.
Antes de profundizar en las formas en las que podemos desarrollar el PDV Audiovisual, es necesario hacer hincapié en las características específicas, más no exclusivas, del lenguaje audiovisual como forma de comunicar mensajes.
El contenido audiovisual comunica en dos niveles perceptivos de forma simultánea: el visual y el auditivo. Esta particularidad es la que hace que los mensajes sean aprehendidos de forma integral, con una fuerza de estimulación superior a la generada por otras artes visuales o sonoras de forma unitaria. Es también lo que ha permitido que su crecimiento en nuestra cotidianidad haya sido tan acelerado, y en ocasiones, adictivo.
Pero, ¿Es el lenguaje audiovisual una forma de comunicar innovadora y única, producto del ingenio humano? En realidad, sí y no. Lo es porque el arte es particular a nuestra especie, somos animales con una capacidad imaginativa infinita, que se expresa a través de lo científico (conocimiento) y lo artístico. Toda experiencia en el arte nace de esa capacidad biológica de crear que tiene nuestro cerebro, por lo tanto, podríamos afirmar que es una “invención” humana. Pero el arte audiovisual, la obra, cómo se hace material, parece más bien un accidente que un resultado empírico.
La narrativa audiovisual comparte su forma y su orden (o desorden) con una de las experiencias más únicas en el ser humano, cuyo nivel de particularidad es tan específico que hoy en día sigue siendo biológicamente un misterio, algo cuya única forma de ser expresado con exactitud es precisamente a través de la forma audiovisual: el sueño.
El lenguaje audiovisual, y sobretodo sus puntos de vista, comparten casi todos sus elementos materiales con los sueños, con la forma en la que “vemos” y “escuchamos” en ellos, y para abordar sus posibilidades y fundamentos, hemos escogido en esta oportunidad a Mulholland Drive (2001) de David Lynch.
El nivel visual del PDV audiovisual es el objetivo de cualquier tipo de contenido que se crea, es el encuadre, el tamaño del plano, la duración de este, las direcciones, los ritmos, los colores, las transiciones, los efectos, los espacios que se ven y los espacios que no se ven; pero es a la vez, su Punto de Escucha (PDE): los sonidos, la música, los efectos, las ganancias y los silencios. Una vez que sabemos qué queremos decir (nivel ideológico) y cómo queremos decirlo (nivel narrativo), no existe si no lo decimos. El nivel visual es el momento en el que lo decimos.
En Mulholland Drive (2001), el punto de vista del mensaje no termina de tener sentido para el espectador hasta los últimos minutos del film. Debemos acotar que se está tomando la obra sin su información promocional y de distribución, y que en todas las traducciones del título de esta película su PDV está expresado de forma tan explícita que destruye la forma de la obra, cuyo título es funcional a ella. Pero continuemos.
Una vez que llegamos a la caja azul, todo lo aleatorio de lo que hemos visto y escuchado, empieza a crear un nuevo sentido gradualmente. Pero está dicho desde el primer momento a través de cada uno de los detalles de las frases audiovisuales construidas. Los paralelismos en las ubicaciones dentro de los encuadres de personajes, los nombres de los establecimientos y los diálogos nos informan sutilmente desde donde estamos viendo y escuchando el mensaje.
A nivel ideológico, su mensaje podría ser, evidenciar la oscuridad del espíritu humano cuando ama, pierde y sufre, en todas sus formas. A nivel narrativo, ha elegido el retrato de su opuesto, el territorio del wishful thinking, el sueño, el anhelo. A nivel visual, lo más significativo, es la relación de su componente visual con lo sonoro. La valoración del PDE como parte del PDV audiovisual.
El uso del sonido es lo que nos está indicando, constantemente, que lo que estamos experimentando es un sueño. El peso del silencio, la ausencia del sonido ambiente o su reemplazo por tonos de ruido blanco, la diferencia de ganancia en diálogos y efectos, el papel activo de la música. Es esa elección específica de elementos lo que nos hace sentir, el sueño, no solo verlo. Este es el momento de creación de nuevo sentido, una nueva forma de experimentar lo que ya antes hemos visto.
Para el momento del lanzamiento de Mulholland Drive (2001), el lenguaje audiovisual ya había evolucionado lo suficiente para que a nivel visual el espectador integrara lo aleatorio como forma expresiva, ya ese sentido había sido desarrollado, sabía que todo lo que visualmente no encajaba era parte de la expresión del autor. A nivel narrativo, el desarrollo de subtramas sin conexión directa o evidente era algo ya explorado de igual forma.
David Lynch hace valer todo este sentido ya construido para visualmente presentarnos un universo diegético que puede ser posible en el territorio donde opera, el audiovisual. Con planos cerrados, posicionamientos cenitales, encuadres aleatorios, juego de luces, alternancias y efectos de color, se crea un territorio ilusorio pero posible en pantalla. Sin embargo, la certeza de que es un sueño sólo se genera cuando se nos presenta su opuesto, la realidad de la protagonista.
Hasta el momento en el que entramos en la caja azul, todo lo que vemos tiene sentido dentro de ese territorio, excepto el sonido que está repetidamente recordándonos que algo no cierra. Cuando salimos por un momento del universo onírico, y nuestra mirada cambia de dirección, los colores pierden saturación y brillo, el sonido ambiente se integra de forma sincrónica y los planos recuperan su frontalidad tradicional, es cuando se crea el significado: estuve experimentando el sueño de Diane después de haber mandado a asesinar a la mujer que ama. Este nuevo sentido ya está presente cuando al final del film integramos, casi instantáneamente, que los últimos minutos son su pesadilla al saber que su amada ha muerto.
El desarrollo a profundidad del nivel visual de PDV audiovisual y el rol fundamental del PDE, es en donde se logra crear un sentido completamente nuevo de la experiencia fílmica como semejante de la experiencia onírica. No vemos un sueño, lo sentimos, y es el silencio lo que nos hace sentirlo. Se traslada la frase a lo que no se dice, evidenciando su peso sensible en la obra.
El lenguaje audiovisual informa al espectador tanto en imagen como en sonido, siendo este último, un elemento fundamental en el efecto final que tiene en el sujeto. La asincronicidad y ausencia sonora suelen tener un efecto más contundente, porque el PDV tiende a asumirse como un elemento únicamente visual y el PDE como complemento de este.
Para construir un discurso audiovisual creador de sentido nuevo y desarrollar esta forma del lenguaje, debemos acercarnos a las dos dimensiones de su PDV como transmisores de información en constante intercambio, aprovechar su esencia onírica como puente a la sensibilidad de la mirada.
El desarrollo y la evolución del lenguaje y el arte audiovisual, encuentra su camino en la exploración de todas las formas de ver y escuchar lo que nos sucede, nos toca, nos hace sentir, y lo que nos encuentra en nuestra experiencia vital. En la actualidad, la multiplicidad de contenido audiovisual que se produce puede hacernos creer que la novedad es algo casi inalcanzable, pero este crecimiento cuantitativo no está necesariamente creando sentido nuevo.
En la era de la sobreinformación y la sobreproducción audiovisual, el contenido del mensaje empieza a perder su carácter único porque nos hemos dado cuenta como especie, que nuestros mensajes y lugares sensibles son más colectivos de lo que imaginamos (es la base sociológica del algoritmo de RRSS). Pero la exploración del punto de vista, su forma, su efecto, su capacidad de comunicar, de mirar y escuchar, no es tan múltiple, no está creando sentido nuevo constantemente. Vemos y escuchamos mucho contenido, pero la gran mayoría lo vemos y escuchamos desde el mismo lugar sensible.
