Paul Amundarain

“La libertad es el río que mueve al ser humano y lo ha hecho evolucionar”

La exposición Paul Amundarain. In Progress. Los sueños no se borran estará abierta en el Centro Cultural de Arte Moderno hasta el 10 de agosto

Por Dalila Itriago

—Papá, ¿cuál es tu obra más famosa de las que has hecho?

—No sé, mi amor. Ésas, las barreras esas.

Un niño pequeño revela su asombro ante aquella vastedad de pinturas, esculturas, instalaciones y collages. El color y la cultura de un país caribeño lo arropan. También lo circunda parte de su historia: su pasado, sus promesas inconclusas y fallidas, sus tramos de fracasos y, obviamente, la necesaria búsqueda de un mañana más esperanzador. ¿Más sensato?

El niño no sabe todo esto, quizás por eso no parece abrumado. Todo lo contrario: luce chispeante y, en el mejor sentido posible, curioso ante la existencia. De pronto por eso, ante la variedad de obras artísticas, sus ojos se muestran maravillados, como si mirasen golosinas.

Tiene la suerte de que su papá es el autor de todo ese universo: Paul Amundarain, quien como artista puede comprenderlo amorosamente pues hace cerca de 40 años nació en Caracas con idéntica sorpresa ante el mundo que lo rodeaba.

El martes 8 de julio un grupo de periodistas fuimos invitados al Centro Cultural de Arte Moderno en La Castellana para asistir a una visita de la exposición Paul Amundarain. In Progress. Los sueños no se borran, guiada por su propio creador.

Es una instalación que se logró gracias a una alianza entre el Centro Cultural y Cerquone Gallery y que estará abierta hasta el 10 de agosto de 2025, de martes a domingo de 11:00 am a 5:00 pm. 

Durante el encuentro con la prensa, Amundarain nos comentó que desde el año 2013 reside fuera de Venezuela, entre Miami y México; lo cual no significa que se haya desvinculado del país. 

Paul Amundarain

Todo lo contrario, nos explicó que su obra habla de esta relación y de que esta muestra reúne dos décadas de trabajo que hablan de ese lazo entre el artista y su entorno. El contexto de un país convulsionado.

Félix Suazo, curador de la exposición, explica en el catálogo que son tres los cuerpos de trabajo que integran el proyecto: Anarquía, Sueños de modernidad y Multiple Realities; y que todos están en el borde impreciso de lo real y lo ilusorio. 

Todos se encuentran “entre el mundo fáctico y el espacio inefable de los anhelos”.

Anarquía

Al entrar a la sala lo primero que nos asalta es una moto. Debajo de ella hay un manchón negro espeso. Parece petróleo. Amundarain nos mira como si mirara a su hijo: con candor e inocencia. 

Nos dice que él desea que el espectador sepa de dónde viene y hacia dónde va; pues sus creaciones son un gran catalizador para observar qué está sucediendo en Venezuela.

Comentó que la moto pertenece a su serie Anarquía (hecha entre los años 2010 y 2013), integrada por las obras Abismo, Piel Anárquica, Broken Mirror, Anarquía e Impacto. 

“Por aquellos años estaba estudiando Arquitectura en la Universidad Central de Venezuela. Miraba paisajes cenitales de Caracas y quise hacer un juego de sombras con esas imágenes que me mostraban los barrios de la ciudad. Es una metáfora. Desde arriba puedes ver una ciudad iluminada que te invita a tocarla, pero, al acercarte, sabes que es peligrosa”, explicó.

El artista se preguntaba qué sucedía realmente en los cimientos de su ciudad natal. La inquietud lo llevó a acercarse a ciertos objetos desechados, como las defensas de algunas vías: eran trozos rotos, chocados. De allí que quisiera indagar cómo les habría ocurrido aquel daño, para concluir que nunca llegaría a saber, con exactitud, cómo se rompieron.

Sus ojos se iluminan cuando nos explica. Cree que lo que le pasa al metal es un símbolo de la existencia misma: jamás sabremos qué o quién propició el daño. Mas, de lo que sí está seguro, es que todo, incluso un pedazo de chatarra, puede tener una segunda oportunidad para transformarse.

“Siempre hay posibilidades, para los objetos y para nosotros. Es una metáfora del país”, apuntó.

Paul Amundarain

El artista está convencido de que el arte es inabarcable y de que sus interpretaciones son infinitas. Tan amplias como seres humanos hay en el mundo para observarlas. 

Contó, a modo de anécdota, cómo una señora le decía en días pasados en la exposición lo que para ella significaba una de sus obras… Él le respondió que eso estaba bien, que era perfecto. Y que, justamente, eso es el arte: Él pudo haber hecho la obra con una intencionalidad expresiva; pero será el público quien la reciba (y la interprete) como desee hacerlo.

Dijo que el chorreado negro de la moto puede significar el petróleo y cómo este recurso que nos pudo llevar al máximo desarrollo de la nación, también, mal canalizado, puede desencadenar en anarquía, destrucción, violencia y muerte.

La serigrafía negra sobre negra con la forma de los barrios de Caracas simbolizaría la oscuridad donde algunas personas pueden sentir que viven. A ellas, dijo, habría que darles la oportunidad de ser visibles.

En el caso de Broken Mirror agregó que se trata de obras que seducen por la belleza pero que también hablan de destrucción. Son vidrios rotos: “Siento que, a veces, si la riqueza no es bien usada puede llevarnos a sitios oscuros: es una serie seductora, pero con un trasfondo fuerte”.

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Sueños de modernidad

De estas primeras obras pasamos a la segunda parte de la exhibición, Sueños de modernidad, integrada por Abajo cadenas, Smile, Failed System y Sustracción formal.

Reconocemos a Carlos Raúl Villanueva en una pared. Hay manchas rojas que parecieran salpicar su imagen, como si intentaran desdibujarlo.

Al llegar a esta área del Centro Cultural de Arte Moderno reconocemos algunos rostros de venezolanas que triunfaron en el concurso de Miss Universo. También hay intervención sobre sus imágenes. Lucen deformadas.

Amundarain nos explica que el conjunto de estas obras fue realizado entre los años 2014 y 2017, cuando llegó a Miami.

Es sincero al hablar de su experiencia. Franco. Como si se hubiera encontrado con viejos amigos: “Llegué a otro espacio y al principio me sentí tranquilo. Es normal, tu contexto y entorno te transforma. Sin embargo, sentía cierta nostalgia por el país y llegué a creer que mis ideas no cuajarían en el nuevo lugar donde estaba”.

De tanto reflexionar sobre Venezuela y recordar su paso por las aulas de Arquitectura de la UCV llegó el hallazgo: pensó en Carlos Raúl Villanueva y en cómo él se propuso modernizar esta ciudad. 

Cómo se pretendió llevar un país productor de cacao al modernismo sin tomar en cuenta lo caótico del Caribe. Algo similar de lo que se pretendió en Brasilia con el arquitecto Oscar Niemeyer.

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“Para Sueños de modernidad tomé algunos íconos que hablaban de nosotros como país: el programa Sábado Sensacional, las novelas y las misses…Quise hacer un híbrido entre esos símbolos y el arte. Recordé las retículas de los artistas del cinetismo venezolano: Carlos Cruz-Diez, Gego, Jesús Soto y Alejandro Otero. Al cortar las retículas se deforma la imagen. Así borro los rostros. No los reconozco”, agregó el artista visual.

Las Torres del Centro Simón Bolívar, también conocidas como las Torres del Silencio, no podían faltar en una muestra que cuestionara, de algún modo, los sueños de la modernidad.

Aparecen limpias e imponentes como cuando fueron creadas, pero como con una sonrisa morada encima. Un brochazo rudo. Un manchón. Es, podríamos decir, una sonrisa siniestra.

Y así la muestra continúa… Más allá están colgadas algunas páginas del libro Impressions of Venezuela, de Wenzel Fischer. Hay manchas negras sobre las imágenes. Letras oscuras que parecieran caracteres chinos sobre fondos de paisajes que hablaban de la bonanza de un país.

De pronto vemos unos gruesísimos hierros que emergen de una madera. Están colgados. Sueltos. Paradójicamente libres. Será por eso que la obra se llama Abajo cadenas. Fue hecha en el año 2019.

Amundarain dijo que una cadena puede ayudar a anclar un barco, pero también puede encadenar. Cree que la gente, en general, puede estar sujeta a cadenas físicas, mentales o económicas y que ellas representan un abismo social.

En algún momento le pregunté si creía que podíamos tener algún avance personal o nacional, aún y con las cadenas. Me respondió que sí, que nada era imposible.

“¿De dónde se nutre tu certeza?”, quise saber. Él contestó que de saber que el hombre posee un sentimiento que lo hace buscar la libertad de modo natural: 

“La libertad es el río que mueve al ser humano y lo ha hecho evolucionar y progresar. Esa libertad no la detiene nadie. Eres tú mismo quien tiene el control. No podemos transformar nada si no lo hacemos desde nosotros mismos. A veces, las cadenas son mentales”, comentó.

Al continuar avanzando en la muestra, vemos una foto de gran tamaño de una de nuestras misses. No sé si se trata de Maritza Sayalero. Es un rostro hermoso, con una corona encima, triunfante. Pero hay una viga de acero que divide la imagen y la atraviesa. La destruye o la transforma, según se quiera ver.

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Amundarain agregó que la mirada sobre sus obras nunca es literal. Él busca que sea simbólica. De allí que esta imagen pertenezca a la muestra Tu amor es un periódico de ayer, porque habla de un país que sólo existe en la nostalgia. Un país que ya no existe.

“Tenemos que construir el que existe. Tenemos que preguntarnos cómo buscamos ese rostro para el país. Ese rostro que fue diluido”, añadió.

¿Podríamos afirmar que hay cierta denuncia en sus planteamientos? Sí. Hay una búsqueda incesante por la identidad. Una revisión del pasado, una añoranza, pero, a la vez, también hay una crítica. El artista cree que por mucho tiempo nos dejamos deslumbrar por el brillo y la superficialidad; por una riqueza que llegó de modo abrupto, sin alcanzar a ver los márgenes. 

Otra de sus obras, que parecen láminas de barras cortadas paralelamente, muestra una luz especial en el centro. Un brillo. Pero, justamente, él advierte que está hecho adrede, para que nos capture la atención y seduzca, evitando así que miremos los costados.

Quizás este fue alguno de los errores que cometimos como sociedad: “No vimos cómo la realidad se estaba desmoronando. Esta es una obra de arte cinético que pide que nos movamos para apreciarla en su conjunto. De no hacerlo, no vamos a ver lo que ella nos muestra a los lados o lo que está detrás. No podemos seguir sólo en la opulencia, el lujo y la belleza”, agregó.

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Multiple Realities

Así llegamos a la tercera serie que integra la exposición: Multiple Realities. Un “grupo heterogéneo de trabajos”, como diría el curador de la muestra, Félix Suazo; conformado por un patrón de doce formas planas que se combinan aleatoriamente según el proyecto (Borders, Opposites y Eon).

Explicó Suazo, en el catálogo de la exposición, que aquí las esculturas juegan con las formas en positivo y en negativo; mientras que las pinturas alternan imágenes impresas, formas silueteadas y vacíos (Jungle Man, Dance Party y Hockey Fight).

Los ojos de Amundarain brillaron cuando llegamos a esta etapa. Contó que él quiere que sus obras hablen de lo infinito y que vayan hacia el futuro, sin olvidar su historia:

“Había algo en mí que hacía cortocircuito. Entendí que para reconstruirme no tenía que borrar mi pasado. Tenía que integrarlo. Entender que no puedo quedarme dormido en ese sueño que no fue. No se trata de borrar mi identidad, pero tampoco de quedarme allí”.

El artista reconoce que viene de una herencia (Jesús Soto, Carlos Cruz Diez, Alejandro Otero, entre otros). Un movimiento que explica como constructivismo rígido: estructurado, contenido. 

A esto agregó referentes del expresionismo abstracto norteamericano: Jackson Pollock, Christopher Wool, Willem de Kooning, Mark Rothko y Franz Kline, entre otros.

Y con esa amalgama pretende ir hacia un lenguaje más universal. Son líneas más suaves: “Es lo aleatorio con lo controlado. Es como la vida y hay un poco de entropía. Es un caos que se ordena. Estas obras hablan de ese esfuerzo humano de luchar constantemente contra el caos”.

En el recorrido de la exposición se percibe una búsqueda incesante por la identidad personal y nacional. ¿Crees que la hallaste?, le preguntamos.

“Eso es una búsqueda humana -responde-. Pienso que nunca puede acabar. Esa es la curiosidad de saber y, cuando encuentras algo, luego surgen nuevas preguntas y así vas… El artista siempre está en la búsqueda de algo. Nunca puede descansar”.

¿Pero hallaste esa identidad?

—Eso se llama lenguaje. Todas las obras las arropa un lenguaje que comunica tu forma de hacer las cosas y el cómo interpretar tus ideas. Siento que mis obras tienen un lenguaje, pero éste no es estático: él se transforma y va mutando. 

El hallazgo de la identidad no puede parar. Eso es como un yacimiento y tú siempre tienes que tratar de extraer de allí información que te permita mostrar tus ideas. 

La identidad viene a través del lenguaje que has ido desarrollando al hacer tus obras. Hay artistas que lo tienen más marcado, más cerrado. Yo tengo un lenguaje para comunicar mis ideas, pero eso lo tiene que decir el público, no yo.

Desde tu punto de vista estábamos representados, entre otros íconos, por el programa televisivo Sábado Sensacional, las novelas y las mises. ¿Qué crees que somos ahora, como país?

—Somos un país que está en constante transformación. Un país que, en todos los aspectos, desde lo más básico hasta lo mental, está en constante búsqueda. 

¿De dónde te sostuviste cuando tenías 25 años para empezar a crear?

—Yo nunca dejé de jugar. Cuando era pequeño jugaba mucho con legos. Siento que ahora lo hago a otra escala, pero soy ese mismo niño que juega. Por eso los colores de mi exposición. Yo quiero que quienes vengan a esta muestra puedan ver ese mismo ímpetu de mi infancia. Esto es lo que me permite ser sincero y atrevido con mi trabajo.

Eso dijo el artista, para después despedirse y seguir jugando con su niño. Ése que se parece tanto a él mismo.

Paul Amundarain

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