Siempre San Pedro

El día comienza en Roma asistiendo a la santificación de José Gregorio Hernández en la Piazza San Pietro, un evento que genera una conexión profunda y emocional con la fe y Venezuela. que se se siente como un milagro de hermandad y proyecto compartido

Por Sara Valero Zelwer

Me despierto en medio de la oscuridad, son las 6:30 de la madrugada, estoy en Roma. Voy a encontrarme con una amiga antigua a quien llamaremos Jazz porque ella es un ritmo improvisado y seductor, cada instrumento es una rebeldía y todo es melodioso. J me dice: no me dejaron montarme en el avión, no me aceptan la tarjeta de residencia y no me traje el venezolano pasaporte. Nada. Nudo en la garganta. Me visto y salgo, está amaneciendo en Roma y voy con mi Estrella de David al cuello camino a la Piazza San Pietro. Tuve una conversación con Hashem, mi monoteísmo no se ha debilitado, pero nunca había estado tan interesada por la fe como este año, quizás porque nunca la había necesitado tanto.  Decenas de personas cargan lo que llamo portación de bandera tricolor. Estamos en fila y se escucha por allí delante el gloriaalbravopueblo. Estoy sola pero me siento acompañada por la pequeña figura que llevo en mi bolso y que toco con la mano: es de mi amigo artista Miguel Marsan, quien ha dedicado buena parte de su vida a esculpir o intervenir figuras del que hasta hace poco solo llamaban Venerable.

La traje porque ha llegado un día muy esperado: la santificación de José Gregorio Hernández, el médico milagroso, el ucevista santo. Esto no fue planificado, estoy aquí por una “casualidad” aunque soy de las que no cree en las casualidades. 

Entro finalmente a la plaza. La iglesia está coronada por siete nuevos santos y dos de ellos son venezolanos; la otra es Carmen Rendiles. Nunca había escuchado hablar sobre ella hasta estos días y me pregunto qué papel juega el patriarcado en esa omisión. Lo que si escucho son oleadas de soydesiertonieveyvolcan y veo ondear mucho tricolor, un corrientazo sale corriendo de mis piernas y cruza la línea de meta en la lágrima que me salta y cuando escucho al Papa decir “Caracas” en medio del discurso en latín me da una vaina. Me conecto con la energía colectiva, pienso en los míos, pido con fe. 

Apenas entré en la plaza, me quedé inmóvil sintiendo mi pequeñez, sabiendo que el arquitecto sabía que debía transmitir la grandeza de la Iglesia Católica y brevemente una serie de imágenes llegan: la Inquisición, la colonización, el colaboracionismo, etc,…es inevitable. Pero hoy es un día de celebración y conexión y no me voy a ir por ahí. 

Jazz decide que va a venir en el próximo vuelo desde Barcelona y se siente ya como el primer milagro. Estoy sola pero muy bien acompañada de una masa de fe y disfruto del latín hasta el final. Hoy mi país recibe algo por lo que tanto ha pedido y siento que somos todos ganadores. 

En la plaza me encuentro con una nueva amiga cuyo nombre significa “vitalidad que se mueve hacia afuera” y ella lo encarna: es la cofundadora de la Escuela de Teatro Musical de Petare, el espacio de vitalidad que se mueve hacia afuera ubicado en el centro histórico de Petare, Vyana Preti. Viajamos para representar a la Escuela en el encuentro anual de la Moleskine Foundation -yo desde Caracas y ella desde Miami- y acabamos de pasar unos días en Milán en medio de un sueño orquestado. Llevamos la franela compartida con estudiantes y profesores porque hay que agradecer a quien corresponde y esta es nuestra liturgia. Hemos compartido intensamente alternando entre contarnos la historia de nuestras vidas y revolver el caldero de hechiceras que compartimos con tres mujeres más: Natalie Rego, Jariana Armas y Graciela Viña. Siento que somos las madres primitivas de una crianza compartida, vamos pasándonos al bebé entre las diez manos y eso es otro milagro. 

Otros milagros

Pasan algunas horas y finalmente me reuno con el ritmo de Jazz. Caminamos hacia las ruinas de Roma con el Coliseo a nuestra derecha, saltamos de un tema a otro: Venezuela, el teatro, la belleza de Roma, el arte, el totalitarismo, la belleza de Roma, los amigos, los hombres, la belleza de Roma, el trabajo, los planes, la belleza de Roma. Estamos orando y la belleza de Roma es nuestra réplica. 

Una calle se abre y de pronto Exterior. Noche. Calle de Roma. Pasan diez monjas de impecable blanco, son venezolanas y llevan en su espalda la imagen de la nueva Santa. Parece todo mentira y al mismo tiempo es todo más verdadero que nunca. 

Decidimos sentarnos a tomar el que será el mejor Aperol Spritz que hemos tomado en nuestras vidas y de pronto estamos hablando de Yuma. 

Por supuesto que no hablamos de Guillermo Díaz Yuma, director del Centro de Creación Artística TET, artista y docente, miembro fundador de la agrupación venezolana fundada en 1972 por Eduardo Gil, que dejó este plano el 27 de agosto de 2025 luego de una extensa carrera en la docencia y las artes escénicas. Nosotras estamos hablando de Yuma. Yumita.  Tercer milagro. 

Recordamos ese domingo a las 10 de la mañana cuando llegué a su casa totalmente desbordada, una semana antes del estreno de mi primera obra profesional. 

Yo estaba en un conflicto tremendo. Yuma, conocido por su poco hablar, me dijo “…concentrarte en terminar el proceso, lo mejor es que regules las emociones y no pierdas el foco…”. Los días posteriores a su muerte entré a ver el video de la obra, en una función a la que fueron sólo seis personas y encontré que él estaba en la esquina del público con su camarita grabando la función. Recuerdo que la grabó cuatro veces. 

Yuma nos enseñó sobre teatro, sobre el arte del intérprete, sobre el cuerpo, la voz, las imágenes, el subtexto, la dirección… pero en realidad nos enseñó a tener seguridad en nosotros mismos, a confiar en nuestras inquietudes e intuiciones. Nos acompañaba en silencio, casi sin que uno se diera cuenta y así estrené Fiésole -coincidencia italiana- en el 2021, luego de un largo proceso en la pandemia. Jamás hubiese llegado al final del proceso sin su acompañamiento silencioso.

Jazz trajo un recuerdo preciado. Estuvo viviendo en un pueblo en Catalunya en su etapa neo rural y pudo recibir a Yuma allí. También compartieron en un loft delicioso. Otros milagros. 

Compartimos recuerdos nuestros y de otros, como nos está pasando a todas las personas que estuvimos cerca de Yuma cuando nos encontramos. Nos van cayendo las fichas de todo lo que dio, principalmente una mística, oraciones, rezos, dogmas, misterios, liturgia. No es casualidad que el día hubiese empezado frente a la Piazza San Pietro para terminar en las evocaciones de la Iglesia San Pedro en Los Chaguaramos. Él mismo decía siempre “Gracias a Dios, a José Gregorio y a las tres hermanas de Chejov”. Y cuando llega diciembre, se pone un nacimiento en la entrada del teatro. Era un hombre de fe, nacido el mismo día que el Niño Jesús y la cita del 25 de diciembre siempre fue para celebrar con él su cumpleaños. Por supuesto, con sus fallas, defectos y oscuridades como cualquiera. Y sin embargo, cuando murió dije: “¿Vieron? Era mortal después de todo”. 

Los días con J. transcurren a un ritmo de bebop, estamos embriagadas constantemente de pura belleza de fuentes, plazas, esculturas, curas esculturales, pasta, pizza, alcachofas. La última cena -platillos- es interrumpida por una noticia: su nacionalidad ha cambiado y ella ahora es europea. Ya no harán falta los pasaportes. La noche cae sobre Roma. Todo se ha transformado y yo por fin me siento a escribir mi primera mirada indomable. Puros milagros. 

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