La hora menguada

La hora menguada, la esperanza del reencuentro

La obra de teatro está inspirada en un cuento del escritor Rómulo Gallegos. Una historia familiar cargada de tensión y añoranza

Por Humberto Sánchez Amaya

La esperanza del regreso. Las madres que se mantienen en vilo. Un país que cambia. La radio es símbolo de un universo.

Amelia y Enriqueta son hermanas. Viven en esa época en la que Venezuela parecía detenida, en la que el siglo XX apenas le susurraba sus andanzas. Amelia (Elaiza Gil) es dicharachera, festiva y mira a su alrededor con ojos de quien sabe que hay más, con un brillo como si el sol estuviera encima de la mesa, entre mangos y aguacates. Enriqueta (Crisol Carabal) es de pisar fuerte, de esas pisadas que advierten que su territorio es sagrado. Si no fueran redondos, sus ojos tendrían filo, y de su boca salen palabras con el tono de artillería.

Con ellas vive Gustavo Adolfo (Gabriel Agüero), el esposo de Enriqueta, quien también sonríe sin complejos, y en casa busca la correspondencia que en la calle anhela.  

La hora menguada se presentó en abril en el teatro del Centro Cultural Chacao, dirigida por Orlando Arocha. Inspirada en el cuento del mismo nombre de Rómulo Gallegos, la obra vincula al público con una intimidad familiar que en poco más de una hora exalta todo el vaivén emocional de una vida en convivencia.

La relación entre ambas hermanas se resquebraja por una traición, un hecho para el que se resignan, y dentro de los muros del hogar, deciden contar su propio cuento al mundo. Una narrativa que por un lado es tajante en su cumplimiento, mientras que por el otro, la culpa doblega hasta el infinito.

La hora menguada (3)

Así mantienen una narrativa durante años. Un niño se convierte en hombre. El vilo por la verdad que se acerca.

La hora menguada transcurre en todo momento frente a la pared que emula sala, cocina; una pared que sugiere habitación, patio y calle. Una pared con unos colores entre ámbar, marrón e historia. 

Ese es uno de sus atributos. Una escenografía que perdura en la memoria, que subraya un hogar en el que la convivencia se sostiene a duras penas, pero en el que también una ilusión crece con tesón; eso sí, sin menoscabo. Parece una fotografía o un cuadro de esos pintores famosos en los libros de Historia, pero en vez de epopeya en el campo de batalla, acá el dilema está entre la cocina y el comedor.

Las actuaciones de Crisol Carabal y Elaiza Gil ofrecen al público la franqueza de la tensión de sus vidas. Enriqueta se va doblando, lleva todo el peso de una mano de hierro que poco a poco la va agotando. Mientras tanto, Amelia ve su vida transcurrir en la omisión del brío.

La hora menguada

Gabriel Agüero es breve y correcto. Por momentos, sus apariciones suelen ser reiterativas, pero el actor tiene un peso en escena que permite olvidar cualquier desliz. Una sorpresa es el niño Sebastián Rojas, quien proyecta la inocencia de quien vive entre dos corrientes invisibles. Todo cambia cuando la marea es insostenible.

La hora menguada es una historia de una vida que crece entre dos pasiones, posiciones que parecen irreconciliables, pero que al final solo queda la expectativa del regreso ante la incertidumbre del abandono. Una persona que decide huir para alejarse del engaño, de un lugar que era refugio, y ahora es doloroso.

Desde esa casa también son testigos de un país, que como el joven, se encamina al limbo, a un rumbo desconocido, y solo persiste el deseo de que todo vaya bien y surja el reencuentro.

Tu silencio me acongoja

Me preocupa y predispone

Y aunque sea con borrones

Escríbeme, escríbeme

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