La televisión tiene un poder seductor indiscutible. Parece que quienes logran aparecer en ella llegan a un lugar distante al del resto de las personas, algo así como un Olimpo para los mortales, donde son admirados, respetados y sus palabras se convierten en ley.
Es obvio que esa admiración es aprovechada por publicistas y otras personas para hacer que las llamadas estrellas de la tele aseguren que su producto es el mejor para las personas.
Pero no sólo actores, cantantes y modelos son los más solicitados para hacer comerciales. También los periodistas aparecen en pantalla para tratar de convencernos de salir de nuestras casas para comprar el primer producto que cualquier empresa quiera ofrecernos.
No importa qué pase después que lo tengamos, lo importante es adquirirlo, pero ¿es correcto que los periodistas presten su imagen para ofrecer productos y servicios que no les pertenecen y no producen?
Me imagino a algún periodista haciendo hace tres años algún comercial de Purina o uno del Banco Latino en los noventa. Mejor me voy a trotar.