La victoria en Chile del candidato de lo que llaman derecha, Sebastián Piñera, permite vislumbrar un escenario bastante interesante en la política latinoamericana, pues representa otro caso de la salida temporal del poder de una corriente de pensamiento que algunos temían que decantara por el lado más radical u obtuso.
Aunque esa corriente, sin importar cómo se etiquete, tenía sus variaciones de acuerdo a la realidad de cada país, muchos pensaron que con la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva, Michelle Bachelet o Tabaré Vásquez se conformaría un bloque ideológico que se impondría en la región.
En Brasil, aunque Lula tiene una alta popularidad, el gobernador de Sao Paulo, el opositor José Serra, tiene una intención de voto cercana a 40%. Caso similar ocurrió en Chile con la victoria de Piñera, a pesar de la alta aprobación de Bachelet entre la población. En Uruguay ganó en segunda vuelta José Mújica, del partido de Tabaré, quien estuvo distante de dogmas y prejuicios para trabajar por su país.
En una entrevista que le hice en septiembre al ex presidente boliviano Carlos Mesa, él ya se sumaba a esa opinión. «Suponíamos que cualquier presidente de orientación izquierdista rápidamente se iba a alinear con posiciones radicales. Suponíamos que la derecha había perdido espacio para la próxima década», me dijo.
No sé si estos cambios son para bien o para mal, pero sí demuestran que algunas sociedades parecen haber superado ese sentimiento personalista y paternalista para las cuestiones del poder.
Hace unos días hablaba al respecto con una querida profesora de la universidad y me recordaba que también en Argentina aparecen vestigios de una institucionalidad que muchos extrañamos en otras tierras con la disputa entre la presidenta Cristina Fernández y el Banco Central, que se negó a transferir 6,5 millardos de dólares de las reservas federales para un fondo creado para pagar vencimientos de la deuda pública.
Además, la gobernante canceló un viaje previsto a China para el 25 de enero por no confiar en el vicepresidente Julio Cobos, quien fue su compañero de fórmula en 2007.
También hay que destacar lo ocurrido en Panamá y la victoria en El Salvador de Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que ha elogiado el modelo de Lula.
Hay otros datos interesantes del caso de Chile. El día de la segunda vuelta, el 17 de enero, todavía quedaban mesas abiertas y había pasado media hora del primer escrutinio oficial con 60% de los votos, cuando Eduardo Frei aceptó la derrota con apenas una diferencia de 3,75 puntos por detrás de Piñera, que poco después recibió una llamada telefónica de Bachelet y luego se presentó en un acto público con Frei.
Para algunos las realidades políticas como esas son tan lejanas como la tierra de los Hobbits.
En Brasil, aunque Lula tiene una alta popularidad, el gobernador de Sao Paulo, el opositor José Serra, tiene una intención de voto cercana a 40%. Caso similar ocurrió en Chile con la victoria de Piñera, a pesar de la alta aprobación de Bachelet entre la población. En Uruguay ganó en segunda vuelta José Mújica, del partido de Tabaré, quien estuvo distante de dogmas y prejuicios para trabajar por su país.
En una entrevista que le hice en septiembre al ex presidente boliviano Carlos Mesa, él ya se sumaba a esa opinión. «Suponíamos que cualquier presidente de orientación izquierdista rápidamente se iba a alinear con posiciones radicales. Suponíamos que la derecha había perdido espacio para la próxima década», me dijo.
No sé si estos cambios son para bien o para mal, pero sí demuestran que algunas sociedades parecen haber superado ese sentimiento personalista y paternalista para las cuestiones del poder.
Hace unos días hablaba al respecto con una querida profesora de la universidad y me recordaba que también en Argentina aparecen vestigios de una institucionalidad que muchos extrañamos en otras tierras con la disputa entre la presidenta Cristina Fernández y el Banco Central, que se negó a transferir 6,5 millardos de dólares de las reservas federales para un fondo creado para pagar vencimientos de la deuda pública.
Además, la gobernante canceló un viaje previsto a China para el 25 de enero por no confiar en el vicepresidente Julio Cobos, quien fue su compañero de fórmula en 2007.
También hay que destacar lo ocurrido en Panamá y la victoria en El Salvador de Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que ha elogiado el modelo de Lula.
Hay otros datos interesantes del caso de Chile. El día de la segunda vuelta, el 17 de enero, todavía quedaban mesas abiertas y había pasado media hora del primer escrutinio oficial con 60% de los votos, cuando Eduardo Frei aceptó la derrota con apenas una diferencia de 3,75 puntos por detrás de Piñera, que poco después recibió una llamada telefónica de Bachelet y luego se presentó en un acto público con Frei.
Para algunos las realidades políticas como esas son tan lejanas como la tierra de los Hobbits.