Texto de Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez)
Su nombre es Luis Gerardo Méndez Rodriguez, pero le dicen Tafio. Como bajista ha formado parte de proyectos como Los Humanoides y Wannamaker, además de acompañar en tarima a artistas como Luis Irán o Rodrigo Solo. Es coautor de canciones hasta ahora conocidas por ser parte del repertorio de las bandas con las que ha estado. Sin embargo, prepara para este año su debut como solista. Hace tres meses subió a sus redes «Canción corta para el camino», primer adelanto de lo que será ese álbum. Lo que ha estado guardado, empieza a descubrirse.
-¿Cómo fueron tus comienzos en la música?
-Mi madre me cuenta que desde que pude emitir sonidos siempre estaba cantando, haciendo alguna melodía, inventando alguna letra sobre el día a día. Yo recuerdo con mucha claridad tener 5 o 6 años y decirle a mi mamá que quería estudiar música. Ella, como madre soltera, siempre hizo lo que pudo para proveernos educación, y la educación musical era parte de ello. Tuve profesor particular y luego estuve en varias escuelas al mudarnos a Guarenas.
-¿A quién le debes tu vínculo con la música?
-En un principio a mis padres. Ellos se conocieron en una coral y aunque ya no están juntos siguen siendo muy cercanos y muy musicales. Por el lado de mi papá, heredé el oído, por el de mi mamá, el gusto por artistas como Silvio Rodríguez, Soledad Bravo, Queen, Led Zeppelin. Pero estuvo claro desde muy pequeño que iba a ser inevitable la carrera que elegiría, así que me gusta pensar que existe también cierto vínculo cósmico o predestinado.
-¿Por qué el bajo como instrumento?
-Como a muchos colegas les ha pasado, terminé tocando el bajo porque era lo que había. Quería ser baterista, pero ahora que lo pienso me salvé de volver locos a los vecinos. Entré en mi primera banda como bajista y desde entonces le agarré un amor infinito al instrumento. Es la base, lo que mueve a la gente, y se encuentra en ese limbo entre el ritmo y la armonía, lo cual es una gran responsabilidad y un gran honor. Pocos instrumentos ayudan a mantener el ego musical a raya como el bajo, porque muchas veces tienes la tarea de mantener la canción o la pieza en tierra firme, y personalmente amo la disciplina interior que eso conlleva.
-¿Cuál se podría decir que es tu proyecto principal?
Hoy en día es solo Tafio. Hace años leí en una entrevista a Les Claypool –uno de mis ídolos– donde él decía que había llegado a un punto donde tenía tantos proyectos que su manager empezó simplemente a hacerle el booking como Les Claypool y podía ser él con cualquier configuración de músicos variados. Creo que ese es un norte al que me gustaría llegar eventualmente.
-¿Qué pasó con Wannamaker y Los Humanoides?
-Wannamaker se encuentra en una suerte de hiato. La situación del país ha obligado a algunos integrantes a irse y a los que quedamos a trabajar el triple en distintos proyectos para poder sobrevivir la economía tan fuerte que nos toca a todos los venezolanos hoy en día. Eso no quiere decir que estemos inactivos o desanimados. Hay ideas nuevas que lentamente están surgiendo e iremos trabajando según el tiempo personal de cada uno lo permita. Con Los humanoides es un poco mas agridulce la situación ya que la mitad de la banda está fuera del país. La buena noticia es que logramos grabar un disco nuevo justo antes de que Kuámasi se mudara, y ya Claudio Ramírez está en proceso de mezcla y mastering de dicho trabajo, el cual hemos nombrado Continuum y esperamos salga este año. Sobre planes de seguir tocando, lo veo muy difícil por ahora, cosa que nos entristece mucho.
-Son dos proyectos además que en sonido son muy diferentes. No se puede decir que eres sectario
-Tengo mis gustos pero nunca sectario, para mí es vital aprender de todo tipo de géneros y tocar con todo tipo de artistas. El convivir es la clave para nutrirse musicalmente y de todo se aprende, de todo uno crece. Tanto Lasso, Mariana Vega, Fauna, Zeta, Wannamaker, Humanoides y ahora Luis Irán me han enseñado cosas desde composición hasta cómo manejarse dentro de un ensamble. Eso se plasma en la música que hago y en mi ejecución instrumental. Nada de eso pasaría si me cerrara solo a cierto tipo de proyectos.
-En tus redes sociales se nota la inquietud por componer. Tienes aproximadamentre 50 canciones inéditas. ¿Por qué has tardado en dar a conocer esa faceta?
-Yo compongo todos los días, por necesidad personal y por ejercicio. Pero hay muchas razones. La principal es que sufro del mal del perfeccionista. He ido soltando uno que otro tema, pero como buena nueva ya pronto entro a grabar mi disco solista, mi debut como cantautor. Es una nueva fase que me tiene muy emocionado y espero poder compartir pronto.
-Hace tres meses publicaste en tu cuenta de Soundcloud «Canción corta para el camino» ¿Puedes hablarme de el disco que preparas?
-Después que Wannamaker entró en “standby” y luego de tocar con tanta gente por tanto tiempo sentí que era momento de explorar internamente, de ver qué había aprendido, qué podía salir de mí. “Canción corta para el camino” salió de esa necesidad mientras me encontraba hospedado en San Antonio, en el hogar de un gran músico y amigo llamado Raúl Sanabria, que grabó y mezclo el tema allí en su estudio casero. Fue una cosa de un par de horas precisamente por el ejercicio de ser menos perfeccionista y no sobre pensar tanto las cosas, así salió y así quedó. El disco va más o menos por ese mismo formato de space folk, un poco más producido pero también sin pensármelo tanto; tratando de plasmar canciones que me parecen buenas, sin pretensiones muy altas y todo muy sencillo, al menos en apariencia.
-¿Y qué pretendes hacer con canciones como «Drone For Peace» o «This Is How It Ends? ¿Formarán parte de ese álbum?
-Esas canciones son parte de mi lado más «ambient”, son solo texturas o escenas que me gusta plasmar. Algunos amigos me han dicho que son buenas para estudiar si las dejas de fondo, así que creo que las dejaré ahí colgadas por si alguien les encuentra algún uso parecido. Todo el material del disco será nuevo.
-Eres uno de los músicos que más participa en tributos y como acompañantes de otros artistas. ¿La diáspora ha favorecido en ese sentido a los músicos que se han quedado?
-Tocar para otros artistas es algo que me llena de vida, casi tanto como hacer música propia. El acto de dar todo lo que tienes para hacer brillar la obra de alguien más y ver sus caras de alegría, tanto del artista como del público, es una cuestión maravillosa. Con respecto a trabajo, yo no he notado que haya más porque muchos colegas se hayan ido. A mí me siguen llamando con la misma frecuencia – o menos, por lo que vivimos – de siempre porque la gente gusta de lo que aporto, lo cual agradezco mucho. Casi nunca el contexto en el que un músico o persona de otro oficio se va del país es de celebración o alegría, ni favorece a la comunidad. Perdemos mucho talento a diario por la situación y los que quedamos seguimos luchando y buscando donde tocar; ahora más que nunca pues el bolívar no vale nada y la comida es poca. Lo único positivo de todo este paradigma, según lo veo, es la unión y hermandad que existe entre el gremio musical estos días. Somos, de cierta manera, compañeros de guerra, y nos damos la mano y apoyamos como podemos. Pero eso podría extrapolarse también a las familias venezolanas en general.
-¿Has pensado en emigrar?
-Hay un par de oportunidades fuera del país que de concretarse me llevarían a explorar otros mercados latinos. Por ahora sigo acá, sobreviviendo como todo el mundo.
-¿Cómo evalúas el rock en Venezuela?
-Creo que no exagero cuando digo que gozamos de las propuestas más variadas y sólidas de América Latina. Es mi opinión y la de muchos colegas que se encuentran en otros países y se han empapado de otras escenas locales. Tiene cierta lógica para mí puesto que históricamente en países con situaciones difíciles el buen arte prevalece y es casi una necesidad el acto de crear. Un fenómeno que he notado es que la gente siente que hay un vacío musical en nuestro presente; lo que yo concluí de eso es que muchas bandas establecidas se han ido o separado, y las nuevas propuestas aún están en su etapa de gestación o añejamiento; aún les falta, como decimos acá: la calle. Entonces pareciera que hay menos bandas, pero no es así. Eventualmente irá saliendo a la luz la nueva oleada musical, la nueva generación, con muchas ganas y ánimo de llevar la batuta y dejar huella en la historia local, y con suerte, americana.