Hay momentos en el país que han quedado en un lugar de extraño reconocimiento. Se sabe de su contundencia y del dolor, pero la dinámica posterior al trauma ha hecho que luzcan lejanos, bien sea por la inmersión en otras actividades de supervivencia, por desconfianza a quienes una vez se vieron como opción, o simplemente por la búsqueda de otras maneras de construir. Tal vez todas a la vez, además de la existencia de momentos posteriores que todavía se desentrañan.
Unas veces se gana y otras veces se pierde es una obra de teatro que se remonta a las protestas de 2017, a ese año que resquebrajó a una ciudadanía que al mismo tiempo supo unirse ante la vorágine del poder. De manera genuina y abnegada, sin negar la vileza de los hechos, durante varios meses en la calle se vieron los estragos de la autoridad y sus diversas consecuencias, pero también la solidaridad y la ayuda entre quienes apostaron en el asfalto por un mejor porvenir.
Dirigida por Rossana Hernández y escrita por Elvis Chaveinte, la obra cuenta cómo un grupo de estudiantes de teatro decide la pieza que trabajará para la próxima temporada. En una de las reuniones, los muchachos optan por adentrarse en lo ocurrido con Juan Pablo Pernalete, el joven asesinado en abril de 2017.

Es así como los estudiantes empiezan a recrear esos días aciagos, de angustia y violencia exacerbada, pero también de convicciones, compañerismo y confianza por lograr mejores días.
El elenco de Unas veces se gana y otras veces se pierde está conformado por los integrantes del grupo Thespis, perteneciente a la Universidad Metropolitana, donde Pernalete estudió y jugó en el equipo de básquet.
Los actores son Mauricio Celimén, Clementina Arabia, Ana Celeste Mucci, Camila Rodríguez, Miguel Cabrera, Lino De Andrade, Yurvy Aponte, Ángel Moreno. También forman parte del elenco Rossana Hernández y Elvis Chaveinte, quienes interpretan a los profesores en las clases teatrales, así como también a los padres de Pernalete.
La obra se vale de una investigación documental realizada por el autor, quien se concentra en una mirada diáfana sobre los hechos, en los que los personajes van de la certeza a la angustia ante lo que acontece, sin necesidad de enaltecer un discurso que redunde ni levante panfletos.
Más bien, es lo expuesto desde su más conciso registro lo que permite una conexión con la audiencia, que ve en el escenario una memoria que se rescata desde los sentimientos generados a partir del hecho. En algunos momentos, pareciera incluso haber puntos autobiográficos -o de autoficción- por parte del autor y la directora, especialmente en aquellas líneas en las que zigzaguean entre ser profesores y padres del joven en Unas veces se ganan y otras veces se pierde.
Con una puesta en escena directa, se logra subrayar el presente de los estudiantes y el pasado que encarnan, un aprovechamiento del espacio que resuelve muy bien la relación con el momento, entre las reflexiones de los estudiantes como personajes, la escenificación de la rudeza del pasado y la definición de Pernalete como estudiante, amigo e hijo.

Vale la pena ahondar en cómo estos jóvenes actores encarnan desde el arte unos hechos que no necesariamente protagonizaron, pues apenas pasan los 20 años de edad, y varios todavía estaban en el colegio cuando en las calles ganaban los gritos, los gases y los proyectiles. Han pasado cinco años, lo que suele durar una carrera universitaria. Loable también el guiño a la rivalidad entre pares, pero aquella entendida como impulso para ser mejor, sin disminuir ni menospreciar al otro, ni mucho menos aniquilarlo. Más bien, como un ejercicio constante de revisión y reconocimiento al que está al frente. El básquet también como ejemplo de convivencia, sin importar quien gane.
Unas veces se gana y otras veces se pierde es una obra valiente por remover en la memoria un episodio doloroso, mostrar desde la dramaturgia la pérdida de un ser humano que fue tanto para tantos, además de remover las distintas interacciones entre generaciones que puede haber sobre la historia reciente, en la que hay sin dudas coincidencias en la indignación y los sentimientos -que son eternos- ante la injusticia. Pero también, la pieza nos lleva de nuevo a la reflexión, a esos pensamientos que parecen engavetados sobre la ciudadanía y su constante ímpetu por mejorar.La obra comenzó a presentarse en el Trasnocho Cultural los viernes, sábados y domingos del 14 al 23 de octubre, pero seis funciones son insuficientes para ver la genuina contundencia de Unas veces se gana y otras veces se pierde. Confiemos en que pronto serán más funciones, y que todo el país sea testigo de una obra que no solo es repaso, sino también lección de presente.
