Boliche

Inseptos inectos/ «Boliche»

Por Rafael Greco T.

La del piso de arriba parió una hermosa bola de boliche veteada. Fue un parto normal. Por su forma y la perenne expresión de asombro en el rostro la han llamado Emoji. La llevaron a casa en un bolso entre zapatos, guantes, una toalla de microfibra y otros accesorios.

Amamantar a la niña ha significado un reto por la rigidez de los labios. 

Afortunadamente, oí decir a la averiguadora de al lado, que de los pechos de mi vecina de arriba mana el alimento como agua que rebosa por el borde de una jarra. 

Enternece ver los hondos ojazos negros clavados en el rostro de la recién parida.

Me parece que Emoji aprendió a caminar, la oigo rodar de un lado a otro por el piso. Noto que a veces se emociona; da breves saltos que están dejando huellas en mis oídos, en mis nervios y de paso se está dibujando el mapa del metro de Tokio con grietas en mi techo.

Comenzó el colegio. Me la topé en el ascensor, es muy educada, ya dice “fororo, corozo, colotordoc, torombolo, forro, robocop, loco y fotochop”.

Han pasado los años, está en su etapa de adolescente. Sus amigos se la llevan a los conciertos, la lanzan al aire y la atrapan. Leí en las noticias que la policía abrió una investigación por una serie de fracturas de cráneos en un festival de música. 

Ya no la escucho rodar. No se si se escapó con un pretendiente o si mis vecinos perdieron el entusiasmo por el boliche y arrumaron a Emoji en el maletero junto a otros trastos. Cuando cruzo el pasillo, de mi garganta desciende un llanto ahogado cuyo horror se aloja en mis vísceras. La madre, asomada en la ventana, fuma hasta besarse los dedos y entre sollozos, sueña con la fortuna de traer otro hijo al mundo; soy adivinador de cenizas.

Boliche

Foto: Rafael Greco -T.

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