Texto de Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez) publicado previamente en Papel Literario
Cuentan que Paul McCartney escribió “Silly Love Songs” en respuesta a todas las críticas que recibía por escribir temas románticos. Uno de los más acérrimos fustigadores era el mismo John Lennon, con quien años atrás había escrito para L os Beatles temas como “Love Me Do” o “I Wanna Hold Your Hand”.
Recuerdo haber leído en una entrevista, que lamentablemente no encuentro en la web, que el autor de “Yesterday” decía que había que ser muy cínico para no gustar de las canciones de amor.
Traigo a colación estas anécdotas a propósito del estreno de la película La La Land de Damien Chazelle, a quien muchos alabaron por Whiplash, pero ahora lo reprochan por hacer un colorido musical sobre dos jóvenes que se enamoran y comparten la ambición de volverse grandes artistas.
El romance y la lucha por los sueños son el tema principal del largometraje. Las aristas dependerán del lente de quien esté al frente de la pantalla. No hay nada de malo en eso. Por eso, han sido exageradas las críticas que buscan disminuir el film por lo edulcorado de su desarrollo. Incluso, se ha hecho común utilizar la calificación de “una película Disney” para asociar una obra con lo banal, superficial y romántico. Es bastante cínico asegurar que el imperio del ratón Mickey no ha hecho clásicos del cine, y, más aún, utilizar sus películas como ejemplo de lo fácil. ¡Por favor!
No defiendo las 14 nominaciones al Oscar que obtuvo esta semana La La Land. Sí, son exageradas. Pero tampoco voy a ser el inquisidor de una gran película que muestra lo que muchos han querido: ser buenos en lo que les gusta y tener éxito. Obviamente Chazelle contextualiza su argumento en una industria que puede resultar aniquilante, pero a la vez responsable de tantas ilusiones y referencias. Además, a sus 32 años de edad tiene el derecho de afirmar que lo está logrando. El tiempo dirá si habrá legado.
Otros se han predispuesto al filme incluso antes de verlo. Increíble, sí. Son aquellos que se crispan cuando una obra hace ruido en los medios. Sí, es verdad, hay que desconfiar por todas las estrategias de mercadeo existentes, pero tampoco se trata de caer en la prepotencia para buscar notoriedad y mantener juicios emitidos a ciegas, como algunos hicieron con Desde allá, que sin haberla visto, consideraban que era exagerado el León de Oro que recibió en Venecia.
En la película, el éxito no siempre tiene que ver con fama y fortuna. No se trata de alcanzar a George Lucas en ingresos. Al final, son muchas las preguntas sobre el verdadero logro de cada uno.
La La Land destaca por una historia que cautiva desde el primer momento porque muchos se reconocen casi instantáneamente en los protagonistas. Muchos quieren dejar el trabajo para dedicarse a una pasión, otros anhelan rescatar lo que consideran se está perdiendo. Como dice una colega: “No todas las historias tienen que ser la del tipo que no pudo. Hay gente que sí lo logra. Y eso está bien. ¡En este país ya estamos rodeados de mucha vaina mala!”.
Entonces, una vez conectados con los protagonistas, el director y guionista logra hacer inolvidables metáforas sobre los sentimientos experimentados por los personajes principales. Es ahí cuando entra la música, que logra expresar cada vivencia de los personajes, tanto en letra como en puesta en escena. Para eso se vale también de una fotografía, a cargo de Linus Sandgren, para contar una historia tan cercana, pero bien edulcorada sobre la vida: encuentros, reencuentros y separaciones.