“La fotografía es captar la esencia del personaje”

Texto de Lucía Jiménez (@luciajimper) publicado previamente en Papel Literario

El apartamento donde vive Carlos Germán Rojas es una enorme sala de exhibiciones. Por donde se mire, las obras de sus amigos ocupan el espacio. Entre pinturas y fotografías, el hombre guarda con cariño los recuerdos de los artistas a quienes debe su colección. Ahí, acompañados por sus dos perritas, el fotógrafo venezolano nos cuenta su historia.

Rojas se inició en la pintura en los años 70. Impresionado por los resultados de los químicos dentro del laboratorio, abandona el pincel y se adentra en un mundo que lo cautivaría para siempre: la fotografía. Hoy, 40 años después, es reconocido por su trabajo como retratista de artistas plásticos, y por su obra Imágenes de La Ceibita (1984).

—La mayoría de los fotógrafos de su generación tienen en común el paso por el fotoperiodismo. ¿Era la forma de abrirse camino en la profesión?

—Sí, porque no había escuelas en esa época así que trabajábamos como reporteros gráficos. El periódico se convirtió en la academia. Yo me formé con referencias como Héctor Rondón que estaba en la Cadena Capriles. Él me abrió el mundo.

—¿Él fue entonces su escuela?

—A Rondón lo asignaron para cubrir la promoción de mi pintura. Me hacía retratos y yo me metía con él en el laboratorio. Ahí empecé a ver la magia, a ver mi rostro aparecer en el líquido, y eso me encantó. Fue el inicio.

Luego conocí un primo, Thimo Rodríguez, que tenía una tienda de fotografía en Sabana Grande. Me regaló una camarita, una Olympus Trip 35, como del tamaño de un teléfono. Ahí empecé. Entré al laboratorio, me fueron enseñando cómo revelar y copiar. Mientras, hacía un curso con Jorge Vall en el Instituto Neumann. Después arranqué a tomar las fotos, sobre todo de los amigos que me veían en La Ceibita con la cámara en mano. Empecé a retratar el barrio.

—¿La Ceibita fue el trabajo que le hizo fotógrafo?

—No. Cuando salí de la Torre de la Prensa, comencé a colaborar con la gente de la revista Venezuela Gráfica para hacer eventos sociales. Ese fue mi primer trabajo, pero sin cobrar. Lo hice por la práctica y para darme a conocer. Iba aprendiendo en el camino, con los demás reporteros gráficos. Esa era la costumbre en esta profesión.

—Entonces llegó su primera exposición, Octubre Libre

—Sí, en 1978. Era un espacio en la fototeca que dirigían María Teresa Boulton y Paolo Gasparini para que los que estuvieran en el medio llevaran sus fotos y expusieran en las paredes. Cualquiera podía ir y presentar sus copias, así que se conocía a muchos otros fotógrafos. Ahí me encontré con Claudio Perna, que se volvió mi guía. Por él comencé a asumir el trabajo de La Ceibita con más compromiso.

—En esa época, lo que más se veía en la fotografía era el tema de la denuncia social, pero sus fotos no tienen esa impresión

—No. Se trataba de fotografiar a los amigos, no retratar una realidad. Las imágenes son desde adentro, con ellos… más sencillas.

—Y eso se mantiene en su trabajo de retratos a los artistas.

—Por eso se llama Trato y retrato, porque primero es conocer a la persona, luego fotografiarlos. Esta serie comenzó por una invitación que me hicieron para retratar a los jóvenes que participaban en una bienal en Margarita. Pero luego se convirtió en un trabajo personal. He ido por toda Venezuela buscando a los distintos artistas para conocerlos en espacios, en sus casas o sus talleres.

—Se nota que es un trabajo casi antropológico, de observador participante. ¿Es importante para Ud.?

—Sí, porque así es como se consigue la intimidad. Logras ver la amistad, la relación que nace al buscar la foto.

—En 2016 cumple 40 años de trayectoria profesional. ¿Qué es lo que lleva consigo de su experiencia?

Cada personaje que he conocido ha sido importante y ha dejado una marca. Claudio Perna es el que más destaca entre los fotógrafos, porque fue quien me ayudó a abrir los ojos y ver lo que tenía entre manos con La Ceibita, mi trabajo más significativo.

—¿Y qué es lo que queda por hacer?

—Mucho. Vamos a publicar La Ceibita en dos tiempos, que intenta mostrar esos mismos personajes retratados nuevamente con el paso de los años. Actualmente estoy trabajando en una serie que llamo Caminando con Lumix en la que voy fotografiando la ciudad. Tengo unos tres años en eso, aunque todavía es algo inédito. También desde hace un tiempo vengo haciendo autorretratos, que creo complementan los trabajos anteriores.

—Douglas Monroy escribió en una reseña que Ud. ve la fotografía como un “hecho vivencial”, resultado de sus experiencias. ¿Cómo se traslada lo que vive a la imagen?

—La fotografía es captar la esencia del personaje. No sé, es algo innato, es la relación entre el protagonista y el fotógrafo. Nos involucramos. Es algo de dame y toma que se genera en la conversación, en la forma de analizar la obra del artista. Ahí nace la intimidad que lleva a fotografiarlos de una manera especial. No es planificado sino que se va dando en el momento.

—El entorno también parece cobrar mucha importancia en el resultado final.

—Te ayuda a contar sobre su experiencia, sobre quién es esa persona dentro de la imagen. Es parte de su historia y es consecuencia de la conversación, también.

—¿Y qué queda de Ud. en el retrato?

—Todo.

Ficha

Carlos Germán Rojas nació en Caracas, en 1953. Realizó cursos en el Instituto de Diseño Neumann. En 1982 ganó el VIII Premio de Fotografía Luis Felipe Toro. Trabajó como fotógrafo institucional en la GAN por más de 10 años. Ha participado en varias bienales y numerosas exposiciones nacionales e internacionales. En 2004 publicó el libro Imágenes de la Ceibita, 1976-1983.

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