El Miope. Por Humberto Sánchez Amaya
Earl Stone es un octogenario en ruinas. Su próspero negocio de cultivo de lirios se viene abajo. El viejo hombre toma sus pocas pertenencias e intenta volver a un hogar que lo echaba de menos antes de acumular rencores.
El personaje de Clint Eastwood, quien también dirige, es el eje de una historia que sería una más sobre el narcotráfico, sino fuera por la ironía con la que está contada, además de la actuación del cineasta, quien sostiene un largometraje hecho para que él mantenga la tensión durante toda la obra.
La mula, recientemente estrenada en Venezuela, está inspirada en un reportaje publicado por el New York Times sobre un hombre que después de los ochenta años de edad decide transportar decenas de kilos de cocaína del cartel de Sinaloa. No solo se aprovechan de su edad, sino de su intachable historial como conductor para no generar sospechas.
Pero el filme va mucho más allá del comercio de drogas en Estados Unidos. No se trata de las típicas tensiones en las que sobran conflictos por las peligrosas misiones.
Todo lo contrario, Earl realiza cada envío con mucha tranquilidad, con la confianza de quien se siente merecedor de un país en el que trabajó toda su vida y por el que además luchó en la guerra. Es un orgulloso veterano.
La verdadera batalla de su personaje no está en las esquinas entre traficantes, sino en su conciencia, y en la familia a la que nunca respondió física ni afectivamente durante años. Siempre prefirió el trabajo.
Es en este trance donde está la mayor profundidad de la historia, en cómo el protagonista experimenta una creciente reflexión hacia lo que está cosechando.
Claro, tampoco la película pontifica. Más bien logra el consenso con la audiencia a través de la empatía hacia Earl Stone, para que luego el público pueda reflexionar junto a él cuando tiene que tomar una importante decisión.
En un café, al personaje que interpreta Clint Eastwood le dicen que las personas de su edad, ya no tienen filtros. Y en La mula es así. La trama y su protagonista sirven también para satirizar a través de la mirada de un octogenario y su relación con el mundo.
No hay corrección política. Eastwood sabe leer el momento y busca provocar con diálogos incómodos que fácilmente serían calificados como racistas o xenófobos. Al final, es humor. Y si hay molestias, surgirán entre quienes no entienden la ironía que plantea un filme sobre un hombre blanco, veterano de guerra y amante de las flores que tiene un éxito como mula de uno de los carteles más poderosos de México. Además, que se convierte en el consentido del capo.
En La mula también actúan Bradley Cooper, Andy García y Michael Peña, pero no son trabajos que opaquen lo que Eastwood, a sus 88 años de edad, hace en pantalla.
Una película emotiva y divertida sobre aceptar errores, asumir culpas, buscar el perdón y aceptar responsabilidades.