[A cargo de Vladimir Vera, las funciones de la pieza serán en la sala Rajatabla de Bellas Artes ]
Cinco años tenía Vladimir Vera con la intención de hacer el montaje de La piel en llamas, obra de teatro original del dramaturgo catalán Guillem Clua, quien fue su compañero de clases en Barcelona cuando estudiaba dramaturgia.
A pesar de que la pieza – que se presentará en la sala Rajatabla- está escrita originalmente en catalán, el director encuentra muchas similitudes con situaciones latinoamericanas.
«Están los abusos de poder. Históricamente, no sólo en Venezuela sino en muchos lugares de América Latina, se ha generado un gran abuso de poder, un autoritarismo, una situación de doble moral. Han venido organismos internacionales supuestamente a ayudar, pero no ha pasado así», cuenta Vera.
La historia de La piel en llamas se desarrolla en una habitación con cuatro personajes, cada par con una historia diferente. Hay una periodista que entrevista y luego se enfrenta a un famoso fotógrafo que 20 años antes tomó una imagen de una niña víctima de una explosión También está una madre desesperada por hallar una cura para su hija enferma. Encuentra una esperanza en un miembro del partido de gobierno, que afirma conocer a un médico que la puede llevar a Estados Unidos. El precio: someterse a sus fantasías sexuales.
Vera no sólo ve en la obra la corrupción de las cúpulas del poder, los vicios que hay en esos ámbitos, sino también la doble moral que surge en las víctimas.
«No porque sean malas, sino porque es la única forma de sobrevivir quizá en situaciones de violencia psicológica o física extrema en la que viven muchos países en Latinoamérica», acota el director teatral, responsable de otros montajes como Versus, La ratonera, Amén y Goya.
Indiferencia
Resalta una frase de los diálogos de los personajes, cuando la periodista dice: «En esta ciudad nadie oye los disparos». Para él es una idea recurrente, en un país como Venezuela, la indiferencia ante el tema de la violencia al ser visto como un acto normal.
«Una vez yo vi un cadáver en El Silencio y la gente pasaba como si fuera un perro», recuerda Vera, quien agrega que el texto es mucho más exagerado que la realidad del país.
Trae a colación una frase que dijo Carlos Giménez, fundador de Rajatabla, en una entrevista. «Al público no hay que darle lo que quiere, sino lo que necesita», cita. Y es que piensa que al público hay que educarlo. «No es una dramaturgia fácil, es de pensamiento. No vas a ir a reírte, sino que es un teatro para una especie de reflexión», dice.
Considera que los venezolanos merecen tener montajes con los nuevos textos que se están realizando en otros países, esas nuevas tendencias, diferentes a Henrik Ibsen o Antón Chéjov, cuyas obras aprecia.
«Uno de mis últimos espectáculos fue La ratonera. Estuvo 12 meses en cartelera en Corp Banca, pero es un espectáculo que dramatúrgicamente es antiguo. Es una dramaturgia que no comunica con la realidad», dice sobre la pieza de Agatha Christie.
El elenco está conformado por José Domínguez, que vuelve a actuar después de 15 años, Fedora Freites, Jean Franco De Marchi y Tatiana Mabo.
La piel en llamas se presentará los viernes y sábados a las 7:00 pm y los domingos a las 6:00 pm. La sala Rajatabla está entre la ahora sede de Uneartes y el Teatro Teresa Carreño.
Mucha pacatería
Vladimir Vera no se considera un director transgresor, aunque sabe que muchos lo califican de esa forma. Piensa que es bastante recatado y nombra como transgresores a Romeo Castellucci y Rodrigo García. «Considero que son extremadamente calmados comparados con la realidad teatral universal. Siento que existe mucha pacatería, no del público, sino del creador teatral», afirma sobre quienes manifiestan excesivos escrúpulos morales.