Se estrena hoy en la cartelera venezolana. La cineasta prefiere tratar el respeto. Lo considera fundamental para evitar llegar a situaciones extremas
Pelo malo es una película violenta, pero a diferencia de las imágenes que el ideario venezolano puede asociar con esa palabra, esta vez la hostilidad proviene de una madre que busca proteger a su hijo de una sociedad que en buena parte responde a los mismos convencionalismos que la llenan de miedo.
La agresión se manifiesta en las miradas, en las distancias, en el desprecio hacia comportamientos que para el niño resultan naturales y representan sus repentinos momentos de felicidad.
El largometraje de Mariana Rondón se estrena hoy en la cartelera nacional siete meses después de haber obtenido la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
En el filme, las balas se escuchan a lo lejos, la vida nocturna transcurre al ras del piso, donde los niños juegan mientras los malandros ajustan sus cuentas con el gatillo. Es la rutina en los bloques multifamiliares donde vive Marta -el personaje interpretado por Samantha Castillo-, una madre que en la penuria cría a sus dos hijos y teme por lo que pueda ocurrir con uno de ellos: Junior (Samuel Lange), del que teme sea homosexual.
Rondón prefiere vincular su filme con el respeto. “A mí no me gusta hablar de la tolerancia porque es una palabra que se ha usado demasiado y creo que ya hasta perdió sentido, por eso hablo del respeto. O sea, no te tolero, pero te respeto. Creo que es fundamental. Es el único camino para que la muerte no sea el punto final”, afirma la realizadora también de Postales de Leningrado.
Contexto político
El estreno estaba previsto para mayo, pero se adelantó. Se empieza a proyectar en un país con mucha o poca expectativa en un diálogo entre Gobierno y oposición, donde además se reclama justicia por las muertes ocurridas en protestas y la resolución de los problemas del país.
La directora ha comentado en entrevistas que ha habido diferentes lecturas en los países en los que se ha presentado. En algunos lugares lo asocian con la violencia social y la política, en otros con la sexualidad. No sabe cuál será la que hagan en Venezuela, pero confía en que resalte una.
«Lo que sí une a todas esas lecturas es que trata del respeto al otro. Eso sí está dejándose ver, sí está surgiendo, se está viendo, independientemente de cualquiera de los matices, espero que eso sea lo que prevalezca”.
El año pasado, luego de recibir el principal galardón de San Sebastián, Rondón declaró al diario El País de España que el fallecido gobernante Hugo Chávez había sentenciado al país a una guerra. Lo que dijo molestó a algunos, incluso intentaron desmentirla, pero la cineasta ratificó lo dicho.
Cuando se le pregunta si temió algún tipo de represalias, ella es tajante: “No quiero seguir hablando de eso”.
Sin embargo, en su trabajo, no son pocas las referencias al contexto político y social que se vivía durante el rodaje.
Se ubica entre finales de 2012 y comienzos de 2013, en plena enfermedad del ex presidente, de quien se muestra el mito alrededor de su figura, la fascinación por el verde oliva y la boina roja, elementos que enlaza con la hombría.
Busca adentrarse también en el tema de las utopías sociales, cómo se pasa de un proyecto de ciudad al caótico resultado que se comprueba en varias zonas de Caracas, pero no da respuestas, prefiere que otros se encarguen.
“Dejar preguntas hechas, dejar imágenes hechas, es para tratar de que todo aquel que tenga poder para resolver cualquier conflictividad social lo vea, si no lo ha visto”, explica la también guionista sobre uno de los objetivos de Pelo malo, que ha ganado más de 10 premios, entre ellos el Astor de Plata al mejor guión y Astor de Plata a la mejor dirección en el Festival Internacional de Cine de Mar de Plata. Desde esta semana formará parte de la programación del Festival de Cine de Tribeca, en Nueva York.
Su próximo proyecto será como productora de una historia provisionalmente llamada Contactado, que dirigirá Marité Ugás. Con respecto a una nominación al Oscar, asegura no pensar en esa posibilidad. «Nunca ha estado eso en mi registro”, dice entre risas.
¿Consideras que la película cumplió con el objetivo que te habías propuesto?
“Creo que sí. Por supuesto uno siempre, y en secreto, cambiaría cosas, pero en principio sí. Creo que la película se acerca a lo que yo me imaginé”.
¿Qué imaginaste?
“Me imaginé esta historia pequeña, sencilla, que hablara de la tristeza, del dolor, de las heridas, y que pudiera tener la capacidad de hacerse entrañable e importante para mucha gente”.
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