Líneas tardías// El cianuro que busca agradar a todos

Caramelos_de_Cianuro_8

Por Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez)

Está bien que los Caramelos de Cianuro hayan madurado. No está nada mal. El problema con la banda, como se constata en su más reciente disco 8, es que hayan perdido la malicia que los caracterizó hace varios años. Soy de ese grupo, no sé qué tan numeroso, de los que opina que Harakiri City (1996) es el mejor disco de la banda. Pero tampoco sepulto los discos posteriores. Miss Mujerzuela representó para la banda un punto de inflexión. Dejaron atrás ese underground para empezar a convertirse en una agrupación cada vez más popular. La portada, que vi por primera vez a los 16 años, siempre me generó gracia. Se burlaban del concurso de belleza más preciado de este país. Sencilla y directa.

Frisbee también es un buen álbum, con temas más pop, en los que se acentuó ese objetivo de hacer hit radiales en demasía, intención que llegó a su clímax en Caramelos de Cianuro (2010) al que le sacaron punta hasta hace poco.

Asier Cazalis y compañía con 8 buscan romper con el sonido pop-rock que tenían acostumbrado a sus seguidores desde el año 2000. Tanto el cantante como Pavel Tello aprendieron a tocar piano, en casa de Gerry Weil. Con ese instrumento compusieron buena parte de las piezas, aunque no lo usaron para grabar. Sí recurrieron a los sintetizadores, con el que subrayan no pocas de las melodías de las 10 canciones de la nueva producción, para la que contaron con Héctor Castillo como productor.

Sin embargo, no llegan a concretar lo que parecen ser ideas que se quedaron en el tintero. Hay un buen arranque con «Secreto», el primer sencillo. Cuando se escucha hay una buena expectativa de lo que seguirá. «Tú eres de esas», mantiene el interés con un ritmo acelerado y una letra de reclamo a mujeres erráticas «que huyen del final».

La siguiente, «El instante pasó», sería una de los mejores del disco si no fuera por «La casa». Es un calco de una de las canciones más populares del disco anterior. Si bien Asier siempre ha dicho que su intención es llegar a la mayor cantidad de gente posible con su música, no es necesaria la obviedad.

Con «Jazz» se pierde el ritmo de 8. El sonido de unos metales, que emulan un acetato de la época dorada del género, es la antesala a una canción que busca el paralelismo con una big band. Con ese mezcolanza se pierde una continuidad coherente al querer alternar los instrumentos clásicos del conjunto con sonidos electrónicos. No está mal la intención, lo que pasa es que no hay una constancia que sorprenda.

El resto del disco es de altibajos, como la persona que busca agradar a todos en la fiesta, que no transgrede y busca «amigos» por doquier. La malicia no es sexo y mujeres, sino también sarcasmo ante una realidad, por más trivial que sea.

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