Buscando a Dory: jocosidad perdida en la profundidad

Texto de Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez) publicado previamente en El Nacional

Trece años después el comportamiento de Dory se divide entre la nostalgia y la jocosidad que la caracterizó en Buscando a Nemo, la película de Pixar que la hizo famosa en 2003.

Esta vez su cotidianidad de olvido y asombro se interrumpe cuando recuerda que tiene familia, que fue una pequeña pez muy bien cuidada por sus padres hasta que por extrañas razones se alejó de ellos. Entonces, muy segura de la compañía que brindó en la anterior película, le pide a Marlin y a su hijo Nemo que no la dejen sola en el viaje que emprenderá hacia el lugar en el que presume aún se encuentran sus padres.

En Buscando a Dory se repite un derrotero de criaturas solidarias y entuertos bien librados como en la primera, pero sin el humor de entonces. Esta vez la empresa se lleva a cabo en un tono más reflexivo y casi de autoayuda. La pez cirujano azul va recordando paulatinamente detalles de su infancia y la culpa que sentía por tener problemas con la memoria a corto plazo. Al llegar al otro extremo del océano es capturada por empleados de un instituto de conservación marina que no solo recupera a animales enfermos, sino que también los exhibe al público o los confina a lugares remotos, un detalle que llega a la pantalla en medio del debate sobre los zoológicos por los accidentes ocurridos recientemente en Cincinnati y Santiago de Chile.

No hay villanos más allá de la mera actitud humana por controlar todas las especies, sin intenciones realmente malévolas. El filme de Andrew Stanton –director también de la anterior– y Angus MacLane entretiene, pero no sorprende. Las personalidades de los dos peces payasos se mantienen, en detrimento de Dory, a quien le dan una creciente valentía a lo largo de la cinta animada.

Otro detalle de la película es la exagerada humanización de los personajes. En Buscando a Nemo las criaturas del mar no manejaban ni detenían el tráfico, tampoco llegaban a ser perseguidas por la policía.

Un personaje nuevo con un lugar bien merecido en la historia es el pulpo Hank, que según las mismas palabras de Stanton es el personaje secundario más importante del filme. Es un ser amargado que se convierte por interés en compañero de Dory en el instituto acuático, pero con el tiempo sus objetivos empiezan a ser otros.

De acuerdo con el diario chileno El Mercurio, la creación del pulpo fue un gran reto para el equipo. “Aunque parezca difícil de creer, se necesitaron cerca de 5 semanas solo para concretar la idea de cómo debía ser el personaje. Luego, para llevarlo a cabo, 50 personas trabajaron en él”, indica.

Aunque su personalidad es amargada, parca y por momentos egoísta, la capacidad de camuflarse genera varios momentos de risa en Buscando a Dory.

Fugaz es la aparición del personaje trans del que tanto se habló antes del estreno. La mantarraya que funge de profesor de los pequeños apenas tiene una aparición de pocos minutos en el largometraje.

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