Nelson garrido: “Sigo creyendo en la filosofía de la imagen”

Texto de Lucía Jiménez (@luciajimper) publicado previamente en Hábitat Plus

Nelson Garrido se confiesa ante todo un hijo del caos. Una consecuencia de esta decadencia que nos consume en la cotidianidad. Pero él no es un producto común. En su angustia ha conseguido construir un lenguaje estético desde el cual intenta chocar a la sociedad y, de alguna manera, hacerla reaccionar.

Fotógrafo de profesión, es más allá de eso un investigador de la imagen. Desde sus inicios en la pintura, a los 13 años y bajo el ala protectora de Carlos Cruz Diez, Garrido se ha dedicado a la fotografía como una forma de expresión. Para él, “la imagen es una consecuencia de tu vida, y no al revés”. Encuentra su inspiración en la literatura, la pintura renacentista y en las propias creencias religiosas. Sobre todo, toma de las tradiciones populares venezolanas un mensaje localista que intenta transformar en metáforas universales.

En 1991, antes de cumplir 40 años, fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas pero considera que su logro más importante es el de sus alumnos, que “han conseguido sus propias maneras de expresión”.

¿El culpable de que sea fotógrafo es Cruz Diez?

Sí. Tuve la suerte de que a mi papá le gustaba mucho la pintura pero le daba mucha pena así que decía que era yo quien hacía los cuadros. En un momento dado quiso aprender a hacer esas rayitas así que habló con Cruz Diez y me mandó de espionaje a su taller. Entré allí y me quedé maravillado.

¿Y qué le hizo tomar la cámara?

Siempre echo broma porque digo que tomé la cámara porque tenía muchas faltas de ortografía y era como más difícil escribir. Cuando tienes 13 años, entras a un laboratorio y ves que una imagen aparece, es algo tan mágico que te marca para toda la vida.

Su arte es considerado irreverente, que le gusta empujar los límites. Pero actualmente esos límites están borrosos o se han ido corriendo. La violencia y el sexo en las imágenes son algo normal ahora. ¿Cómo se hace entonces para seguir siendo irreverente?

El problema es que las sociedades van cambiando. Es verdad que cuando hice mis primeros perros muertos y eso, sí sentía que chocaba mucho más que ahora porque ya hay una cultura visual distinta. Para mí el arte se antecede al lenguaje. Es decir, comienzas planteando algo que la gente no entiende y te adelantas. Evidentemente en mi obra sigue habiendo eso pero la sociedad es mucho más permeable al lenguaje que yo genero.

Sin embargo sigue sin ser un arte comercial. Yo no hago fotografía decorativa que combina con el color de los muebles. Para mí la obra es un concepto. Sigo creyendo en la filosofía de la imagen, y es lo que más me interesa.

Entonces, ¿para quién es su obra?

La obra es para chocar a nivel social. Yo creo que el artista no tiene respuestas sino preguntas. Para mí el arte está para molestar a la sociedad y “meter el dedo en la llaga”, es como una válvula de escape que anuncia la crisis de lo que está pasando.

Igualmente hay un trasfondo de denuncia

Sí, denuncia, pero no se trata de hacer arte panfletario, porque también tengo un objetivo personal como individuo dentro de esta sociedad y lo quiero expresar.

Su trabajo ha influenciado el de otros artistas venezolanos que lo consideran un maestro de la fotografía venezolana. ¿Es muy importante para usted la enseñanza?

Creo que el buen maestro es el que hace que cada persona sea su propio individuo y no que lo influencies con tu obra sino con tu manera de pensar, que le des las herramientas para que desarrollen su propio lenguaje. Eso es lo más importante.

Yo diría que el 70 % de lo que hago ahora está dedicado a la transmisión del pensamiento, más allá de la enseñanza. Además de esa manera yo también aprendo mucho. Son mis alumnos los que me mantienen actual.

¿Era ese el objetivo de crear la ONG (Organización Nelson Garrido)?

La ONG la hace la gente. De ahí su lema: “Es el espacio de los que no tenemos espacios”. La creé porque en ese momento yo no tenía donde exponer porque mi obra era censurada, pero al final la gente fue apoderándose de ella. Así se fue generando en función de los demás. Entonces se hizo como una caja de resonancia para que aquellas personas que no tuviesen espacios, pudiesen encontrarlo allí. Y creo que el trabajo que hace Gala, quien dirige ahora la ONG, es sumamente importante porque ofrece a las nuevas generaciones un lugar para expresarse libremente por lo que cada quien es.

Volviendo a su fotografía: Es una puesta en escena. ¿Cómo ha ayudado la técnica digital en su composición?  

Honestamente yo todavía estoy traumatizado con lo digital. Tengo una mente analógica y realmente quien más me ha ayudado en mi paso a lo digital es Gala. Ella es quien ha sabido traspasar mis conceptos a lo digital.

Hay una cosa que dice García-Alix, fotógrafo español, que “hay que trabajar en digital pero pensar en analógico” y creo que allí es donde cambia el paradigma: hay que decantar más. El digital te ofrece un montón de cosas muy buenas pero también te ofrece el exceso. No. La fotografía hay que pensarla.

Ha mencionado mucho a Gala, su hija, y –digamos– su primera discípula. ¿Hay con ella una intención de crear un trabajo en conjunto?

Es muy difícil, porque ella ha crecido con el estigma de ser “la hija de Nelson Garrido”. No, ella tiene una obra independiente que casi ni me muestra. Dice algo muy acertado que es que su trabajo es desde la feminidad. Es una obra vigorosa y creo que influye mucho más en mí de lo que yo influyo en ella. Ahora aprendo mucho más de Gala de lo que yo puedo enseñarle, y estoy enormemente orgulloso de lo que ha logrado con la ONG y en su trabajo como artista.

Es ella quien trazará la nueva frontera…

Totalmente.

Foto de Efrén Hernández

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