Texto de Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez) publicado previamente en El Nacional
Héctor Torres fue uno de los tantos que ayer se vio afectado por el problema eléctrico en el Metro de Caracas. La ciudad es una vorágine y el escritor fue un personaje más de las vicisitudes de la convulsa metrópolis, como ocurre con quienes protagonizan la trilogía que comenzó en 2012 con Caracas muerde, continuó en 2014 con Objetos no declarados y termina ahora con La vida feroz.
Mucho ha cambiado la ciudad desde aquel primer libro, su violencia y las consecuencias de esa hostilidad. “Cada día está más intensa. Lo que vivimos entonces era difícil, pero no teníamos ni idea de lo que vendría. El deterioro y el modo de supervivencia es cada vez más fuerte. Los textos de Caracas muerde ahora quedan como piezas nostálgicas”, dice Torres sobre su más reciente libro, publicado por Ediciones Puntocero y del que hablará el miércoles a las 5:00 pm, en el hotel Marriott, con Laureano Márquez.
—¿Nostalgia en qué sentido?
—Lo digo irónicamente. Quiero decir que lo que nos parecía duro en 2012 era bastante llevadero con respecto a lo experimentamos ahora.
—¿Por qué terminar la trilogía con este libro?
—Podría ser un tema eterno y no quiero. Tengo otras inquietudes, muchos temas de qué hablar. Uno puede quedarse pegado, ser una especie de George Lucas que solo hizo una gran obra y no me interesa. Necesito retraer la vista de la ciudad para buscar otras cosas.
—¿Es posible retraerse de la ciudad?
—Sí. Es un proceso que vengo haciendo desde hace un tiempo. Cuando te das cuenta la vida no es otra cosa que hablar del problema y quiénes lo generaron. Me parece que hay un deber en resistir y por eso se registra. Obviamente, eso no quiere decir que no se pueda volver a tratar. Pero también toca retraerse. Trabajo actualmente en una novela que no tiene nada que ver con Caracas.
—En Caracas muerde usted es un testigo de la violencia y cómo se puede ser copartícipe. En Objetos no declarados busca dar luces sobre el germen de nuestra naturaleza social. En La vida feroz el tema principal es la supervivencia. ¿Siente más afinidad con estos últimos personajes?
—No lo había visto así. Desde el punto de vista estético y técnico quise retomar la anécdota. En el primero se trata de cómo la gente vive al ritmo de la violencia y cómo ese miedo genera una espiral. Luego hablo de nuestro ADN cultural. Pero ahora trato cómo las personas viven esa violencia y cómo tratan de mantenerse de pie para hallar un lugar en el mundo. La gente intenta vivir con cierta normalidad en una sociedad que pareciera estar en guerra.
—¿Y usted ha encontrado su lugar en el mundo?
—Sí. Es un asunto de ajustes. Uno no tiene idea de su lugar en el mundo y espera que las condiciones se apliquen a uno. Uno aprende a encontrarlo, a tranzar, a aprender qué responsabilidades tiene, a desarrollar la gratitud, a medir capacidades, consecuencias de actos, ver obstáculos, a aceptar que no siempre se dan las cosas como uno quiere. Es todo un postulado personal de vida que te lleva a sentir si encuentras tu lugar o no.
—Ha hablado de historias que le han sorprendido en las que las mujeres tienen una valentía moral. ¿Confirma eso lo del país matriarcal?
—Sin duda. Por fortuna, en medio de la situación actual, vemos un cambio en el paradigma del hombre venezolano. La crisis le ha dado gravedad al venezolano. Ese pretexto de que somos un país tropical subsidiado, petrolero, nos tenía como en una especie de fiesta. Pero la vida hay que tomársela en serio. Ahora se siente que el venezolano habla y piensa con gravedad sobre la comida, la salud, la seguridad.
—Lo que muchos decían de los españoles o italianos que vinieron al país
—Es posible. Son sociedades un poco traumatizadas, pero con perspectivas. No estoy descubriendo el agua tibia, pero las sociedades que han sufrido son las que más saben vivir. Basta pensar en los judíos o los irlandeses. Tienen un rango más amplio de intensidad en su capacidad sensorial. Mark Oliver Everett dice que quienes han sufrido tienen mayor amplitud de emociones y perspectiva. Una sociedad en fiesta se desajusta.
—¿Cómo ha sido el feedback de los lectores con este tipo de textos?
—Me gusta cuando el lector siente que detrás de las historias de violencia puede haber ternura, compasión, redención. Hablo de ralentizar el vértigo de la vida para apreciar lo que no es visible en ese contexto.
—Una demostración de que no todo está perdido.
—El ser humano es un equilibrio. Así como algunos pueden ser despiadados, hay seres que pueden ser solidarios. Ocurre con la búsqueda de medicinas en el país, donde hay personas capaces de hacer mucho por el otro.
—Hay quienes aseguran que la sociedad se ha vuelto indiferente, por ejemplo, ante la violencia.
—No lo creo. Considero que la gente está resguardando la cordura. Eso pasa en las sociedades sometidas a cosas muy fuertes. Dile a un niño de África rodeado de guerras civiles que se deprima por la muerte de un perrito. Lo que pasa es que mi amplitud del horror es tal que tu horror no es el mío.
—También hay quienes dicen que lo que ocurre es por ineptitud gubernamental, mientras otros aseguran que es una estrategia de control. ¿Qué opina usted?
—Es bastante conocido que hay una presencia cubana importante en los entes venezolanos. Hablamos de un totalitarismo de más de 50 años, obviamente tienen todo muy aceitado. La escasez es producto de eso. El 23 de enero, día para el que se convocó una marcha, uno caminaba por las zonas más concurridas de la ciudad y la gente estaba en una cola para el pan. La pirámide de Maslow. Si uno tiene necesidades básicas, no tienes otras superiores. Cosas como la libertad, las elecciones, la democracia, pasan a ser necesidad de otro nivel que no se ha alcanzado. Con todo lo perverso del chavismo, no es el inicio de nada sino el final de un modo de hacer política en su punto más perverso.
Historias en varios formatos
Hace dos semanas comenzó a publicarse formalmente La Vida de Nos, una página web que tiene como editores a Héctor Torres y Albor Rodríguez. Será un sitio en el que aparecerán historias sobre la Venezuela actual presentadas desde varios puntos de vista y formatos. “Comenzaremos con cuatro. No necesariamente habrá palabra escrita. Por ejemplo, hay una muy dura basada en una investigación, pero mostrada en un cómic hecho por Lucas García. Queremos destacar que nos interesa cualquier formato para reflejar la realidad”, detalla Torres sobre un proyecto que contará con colaboraciones de periodistas y escritores de diversas generaciones del país, y para el que hace varias semanas se inició una campaña de crowfunding.