Texto de Carmen Victoria Inojosa (@VictoriaInojosa)
No están presos. Esas rejas son la única opción que mis abuelos en Altagracia de Orituco (Guárico) tienen para poder continuar trabajando. La inseguridad en el pueblo ha hecho que dependiendo de la persona, mi abuela diga «sí hay» o «ya no vendemos eso aquí», hasta llegar a manifestar «ya estamos cerrando». La selección del cliente no garantiza que estén a salvos, pero al menos resulta una medida preventiva.
El año pasado un malandro, que entró al local con interés de comprar, le robó a mi abuela el anillo de matrimonio. La tenían tan fichada que sabían que sus dedos son gordos y resulta complejo retirar el anillo, por lo que el tipo le facilitó el proceso: ¡Llevó aceite 3 en 1! Semanas después otro sujeto le pidió la dentadura a mi abuelo, pues quería el supuesto diente de oro que llevaba puesto.
Al parecer ya no merecemos la calle, ni la seguridad de trabajar y caminar en tranquilidad por ellas.
Así es como tras las rejas se encuentran los inocentes.