El Miope. Por Humberto Sánchez Amaya
Ahora el pequeño elefante orejón se codea entre personajes de carne y hueso. Dumbo, estrenada recientemente, se une a la serie de películas clásicas que Disney decidió llevar a versiones de acción real. Una fórmula que por los momentos no expirará, aunque disguste a los que consideran sacrilegio repensar obras exitosas en el pasado para sumar números por doquier.
Esta vez, la compañía se anota un punto con un largometraje que cumple su función, especialmente para aquellos que apenas tienen recuerdos de la original de 1941, o quienes todavía no la han visto.
Tim Burton le da un giro a la historia que entretiene con tino y mantiene la tensión en buena parte de su desarrollo. Sin embargo, el director casi desaparece del filme. Son muy pocos los momentos en los que se nota el estilo que lo ha caracterizado, y por el cual ha ganado seguidores durante años, aquellos que esperan la segunda parte de Edward Scissorhands o Ed Wood. La película busca ser lo más universal posible en su discurso. Recordemos, Disney.
El pequeño elefante vuelve a enfrentarse a la pérdida de su madre, además de ser utilizado como la principal atracción del decadente circo en el que nació. Sin embargo, no es en ese lugar en el que será víctima de crueldades insospechadas. No.
Paradójicamente, en el filme se enfrentan dos modelos de entretenimiento. Está el circo que se sostiene a duras penas liderado por Max Medici, interpretado por Danny de Vito, un pragmático empresario que busca cómo pagar las cuentas; mientras, en la otra acera, un próspero magnate del entretenimiento expande su círculo de acción mediante la compra del vetusto negocio que tiene al elefante como su última esperanza. Su compañía, que vende todo tipo de sueños a través de los más idílicos artilugios, no quiere perder protagonismo. Si hay un elefante que vuela, tiene que ser en su arena. Eso está bien. Válido, en principio, hasta que empiezan a verse las costuras. Entonces el largometraje empieza a subrayar el estereotipo del empresario avaro en contraposición de quien debe lealtad a quienes le han sido abnegadamente fieles. En el medio, un par de niños y un padre que buscan cómo salvar de esa vorágine al todavía ingenuo animal.
En ese conflicto se centra la película, protagonizada también por Colin Farrell, Michael Keaton y Eva Green, que logra emocionar a medida que se acerca al clímax. Un enfrentamiento bien llevado, pero que sin embargo culmina con un mensaje redundante, casi panfletario, en contra del uso de animales en los circos. Si bien se hubiese agradecido ser menos insistente en ese tema –no hace falta subestimar- Dumbo cumple su objetivo de entretener y darle otro matiz a esta clásica historia con la que han crecido distintas generaciones.
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