La banda se presentó en la Concha Acústica de Bello Monte, en un concierto en el que se afianzó como una de las agrupaciones venezolanas con más sentimiento e ímpetu
“¡Chamo, sí vino gente!”, dice Boston Rex al salir a la Concha Acústica de Bello Monte, donde su banda, Tomates Fritos, fue convocada para anteceder el reencuentro de Viniloversus con Caracas.
Así quedan atrás las dudas. Algunos que habían seguido el anuncio del concierto desde el inicio, temieron que no asistiera la cantidad esperada. Por eso hubo distintas maneras de alentar al público: la inclusión de Tomates Fritos, la venta de entradas por cuotas y hasta la rifa de una guitarra.
Pero ya eso no importa. Hay una muchedumbre. La noche es una promesa el sábado 13 de noviembre de 2022. Con “Mientes” el grupo anzoatiguense comienza una velada concentrada especialmente en discos como Hombre bala, Hotel Miramar y Tomates Fritos, el homónimo.
Boston presenta un nuevo tema: “La casa está de pie”, un adelanto del álbum que prevén sacar en 2023, una canción que sigue la línea de lo explorado en 2016 en Tomates Fritos.
El cantante se nota contento por la cantidad de gente que tiene al frente. Ellos también se reencuentran con las multitudes caraqueñas, con ese público al que solo habían encontrado en pequeños bares después del momento más intenso de la pandemia.
Son unos veteranos. Lo demuestran, aunque las luces no lo acompañen del todo. No hay foco que los siga, tampoco se emite su figura en las pantallas laterales, pero su música sobrepasa cualquier punto y coma que no corresponda al capítulo de la historia que se escribe en la noche.
El área VIP es rara. La mayoría no responde a la agrupación. Unos pocos reaccionan a la música, algunos susurran, quizá intimidados por la impavidez del resto. Otros muy pocos sí pierden el gañote con “Multicolor”, “Me veo sin ti”, “Tripolar”, “Eterna soledad” y “Granola”, esta última la más esperada, inspirada en Caracas hace más de una década.
Cuando faltan diez minutos para las ocho, casi una hora después, culmina el show de Tomates Fritos. “Gracias a Vinilo por permitirnos colarnos en su show”, dice Boston Rex para concluir.
Inmediatamente suena “Radio Capital” de La Vida Bohème, un amago de sumergirse en la nostalgia completamente, pero Elías Maksoud, el encargado de amenizar la espera, se olvida de límites y se pasea entre King Changó, Bad Bunny y Villano Antillano.
Casi a las ocho y media se apagan las luces. Los acordes de “Yunque” anteceden el cumplimiento de la promesa. Viniloversus no se presentaba en Caracas desde diciembre de 2019, cuando estuvieron en la recordada tarima de la primera edición del Cúsica Fest.
Por eso, la noticia de su concierto en la Concha Acústica removió los recuerdos de aquellos años en los que un grupo de bandas se convirtió en exponentes de una movida, así como también otros más jóvenes vieron la oportunidad de atestiguar la narrativa que sostiene que Viniloversus es una de las icónicas.
Para la banda, se confirma también ese sentimiento mixto cuando se constata el camino recorrido. La primera vez que estuvieron en esa tarima fue en el año 2006, cuando ganaron el Festival Nuevas Bandas. Ahora, en esta segunda ocasión, Viniloversus canta frente a una multitud que ya no los examina como aspirantes, sino que los ovaciona y agradece por cada línea, nota y acorde que han sido compañía. Incluso, después de tanta emigración masiva, hay un público leal que acude al encuentro, como quien recibe al amigo en el aeropuerto y guarda una cerveza fría para decir salud.
Rodrigo Gonsalves está claro. Agradece también a los que desde otras partes del país viajaron hasta Caracas. Rememora aquellos bares pequeños, y a veces impresentables, pero necesarios para conocer a cada audiencia y pulirse en el camino, un fogueo que permanece intacto.
Viniloversus no es una banda con una agenda apretada. En los años recientes han sido esporádicas sus presentaciones. Cada uno ha emprendido caminos paralelos, y en algunos casos, con más frecuencia en su exposición. Rodrigo como solista y la literatura infantil, Orlando “Mangan” Martínez en solitario y como pintor, Juan Víctor Belisario como apoyo de Los Mesoneros, y Alberto Duhau en The Venezuelans, ese proyecto en el que también participan algunos de sus compañeros de banda.
Sin embargo, en la Concha Acústica suenan como si hubiesen llegado de una gira por América Latina, Europa y Estados Unidos, como si vivieran juntos en la misma ciudad, o más aún, en la misma casa. Se ve acoplados como cualquier agrupación que vive en la vorágine diaria de la carretera y el aeropuerto. La promesa está cumplida.
Hay voces invitadas en la cita. La cantante Samantha Dagnino acompaña a Rodrigo en “Carpe diem”, originalmente interpretada con Tessa Ia, y El Otro Polo canta las palabras que Simón Grossmann pronunció en “Canción de amor”.
Viniloversus muestra también las canciones en inglés de Days of Exile como “Disintegrate Me”, “So Many Stars” y “Broken Cities”, esta última su carta de presentación cuando emigraron. Si bien ese álbum fue cuestionado por algunos por haber virado a otro idioma, esta vez los temas se notan añejados, como si se tratara de una buena cosecha. Esas canciones resuenan bien tratadas por el tiempo, y se lee a una banda versátil, con un nivel capaz de transigir en medio de la incertidumbre sin desligarse de la esencia.
Rodrigo Gonsalves ha crecido también como guitarrista. Si en 2012 destacaba, ahora mucho más. Se permite licencias entre compases, juguetea con las cuerdas, es apasionado como los que sienten el rock en las venas para siempre. Orlando es un monstruo con las baquetas, le da el pulso a lo que se vive cada vez más entre canciones.
Tocan “Nada número dos”, de su disco debut El día es hoy, de 2008. No la interpretaban desde aquella vez en 2006 en aquel mismo escenario. Contundencia y alegría para quienes presencian el reencuentro. Y como volver al futuro, lo viejo se compagina con lo reciente. Suenan dos canciones recién salidas: “Infierno frío” y “Calaveras”, obras que dejan ver la línea que tiene clara Viniloversus en hacer que su propuesta siga con el rock como epicentro, con sus coqueteos al blues y con cierta complacencia a la balada que permite euforia. Por eso en Youtube les dicen que son la única agrupación venezolana que hace rock. Afirmación aventurada, sin dudas, pero es una concesión que permite la pasión por el amigo, así como un impulso por la añoranza entre las ausencias que difuminan todo en un país como Venezuela.
Cuando son casi las diez y media de la noche, las notas de “Ares” vuelven al escenario rojo sangre. Las luces se fortalecen como parte del discurso para una canción que es un manifiesto de un momento, de una descarga con la que cualquier generación venezolana puede conectar, la revisión histórica desde la cultura popular.
No eres mártir, tú sólo sabes matar
Y has creado este cementerio
No lo olvides y llévalo a la tumba
Fin de la velada. Viniloversus demuestra ser una banda actual, que conoce sus clásicos, pero se resiste a refugiarse en el pasado, con una ambición que es leal a sus letras, a su espíritu que sólo descansará cuando llegué el momento inevitable. Una agrupación de nivel internacional, que, a pesar de los paréntesis, lleva la música como el latido necesario para la existencia.